Quizás los demás tienen algo que enseñarte…
A veces no vemos la realidad tal y como es. Me toca conocer a muchas personas que no tienen autocrítica, ni tampoco una percepción sana de la realidad. Los demás son siempre los culpables. Ellos nunca. Los otros son los responsables de su estado. Lo hacen todo mal. Les tienen envidia. Ellos, por su parte, lo hacen todo bien.
A veces le echamos la culpa de nuestra suerte al mundo, a la vida, a los otros. Alguien es responsable, yo nunca. Una persona me decía: “Cuando alguien se queja continuamente de lo mal que hacen las cosas los demás, tal vez el que las hace mal sea él mismo!".
Muchas veces es así. Es difícil que todos estén contra mí. Es raro que todos estén equivocados. Cuando empiezo a pensar así tengo que hacérmelo ver.
En la película Come, reza, ama decía la protagonista: “Cuando das un paso para ayudarte a ti mismo, das un paso para ayudar a todo el mundo”. Es cierto. La ayuda a los otros comienza conmigo mismo.
Yo necesito ayuda. Siempre. Nadie se salva solo. Nadie puede vivir solo. Necesito que me quieran. Necesito que me acompañen en el dolor. Necesito ser escuchado. Necesito ser comprendido. Necesito que perdonen mis caídas. Necesito que toleren mi carácter, mis manías, mis deseos. ¡Necesitamos tantas cosas!
Pero muchas veces nos encerramos porque hemos tenido malas experiencias al pedir ayuda. O no hemos experimentado la aceptación ni el perdón. Y pensamos que solos podemos mejorar.
A veces hay personas que viven peleadas con el mundo porque creen con firmeza que son los demás los que les tienen envidia. No es fácil pedir ayuda cuando uno piensa que todo está bien en su vida. Es casi imposible.
Además, nunca está todo bien en mi vida. A veces sí, hay cosas que funcionan. Pero muchas otras no. Siempre necesito que me aconsejen, que me muestren el camino.
Pienso en mí. Pienso en tantos que viven golpeando las pareces. Me da pena ver su indefensión y su impotencia. No escuchan cuando les dicen algo. Es verdad que no todo el que oye escucha.
Y no todo lo que recibimos lo comprendemos en ese momento. Tal vez sí más tarde. Hace falta humildad para pedir ayuda y todavía más aún para aceptarla. Hace falta mucha humildad para reconocer que no todo en mí está en orden, que no siempre tengo paz, que hay temas no resueltos, cabos sueltos.
Necesitamos acoger la ayuda que nos dan. El otro día leía: “Las respuestas curan, ayudan. Hacerte preguntas equivale a sentirte vivo. La vida genera muchas preguntas. Nacemos con carencias, muchas y variadas”[1].
Nos pueden ayudar si pedimos ayuda. Podemos ayudar si comprendemos que nos piden ayuda. Nos ayudan cuando recibimos lo que nos dicen con humildad. Aceptamos el reto de cambiar. Comenzamos.
, El mundo amarillo