La Iglesia expresa su gratitud a los marineros
El Domingo del Mar es un día reservado en el calendario de la Iglesia para recordar la gente de mar y para orar por ellos, sus familias y aquellos que los sirven. Esta celebración comenzó en 1975 cuando el Apostolado del Mar, la Misión de la gente de mar y de la Sociedad de Marineros decidieron tener un día en el que se reconocieron las contribuciones de la gente de mar a la economía mundial.
A lo largo de la historia de la humanidad, el mar ha sido el lugar donde se transportan mercancías y productos a todo el mundo. Actualmente, la economía mundial se confía en gran parte a la industria marítima, de hecho más del 90% de los productos a nivel mundial son transportados en barcos que, sin descanso, navegan de un extremo al otro del mundo, gobernados por una fuerza de trabajo de alrededor de 1.2 millones de marinos de todas las razas, nacionalidades y religiones.
En el Mensaje para la Jornada del Mar 2015- que como es tradicional se celebra el segundo domingo de julio –el Cardenal Monseñor Antonio Maria Vegliò, Presidente del Pontificio Consejo para la Pastoral de los Migrantes e Itinerantes, se expresaba así: “En el Domingo del Mar, como Iglesia católica, queremos expresar nuestra gratitud a los marineros en general, por su fundamental contribución al comercio internacional. Este año en particular, queremos reconocer el gran esfuerzo humanitario realizado por las tripulaciones de los buques mercantes que, sin dudarlo, y a veces con riesgo para sus vidas, se han implicado en numerosas operaciones de rescate, salvando las vidas de miles de emigrantes.
Nuestro reconocimiento también se dirige a todos los capellanes y voluntarios del Apostolado del Mar por su compromiso cotidiano al servicio de la gente del mar; su presencia en los puertos es signo de la Iglesia en medio de ellos y muestra el rostro compasivo y misericordioso de Cristo”.
Y concluyendo su mensaje, hacía un llamamiento a los gobiernos europeos y a los de proveniencia de los flujos migratorios, así como a las organizaciones internacionales para que colaboren en la búsqueda de una solución política duradera y definitiva, que ponga fin a la inestabilidad existente en aquellos países, solicitando que se comprometan más recursos no sólo para misiones de búsqueda y rescate, sino también para prevenir la trata y la explotación de personas que huyen de condiciones de conflicto y pobreza.
Fuente: Pontificio Consejo para la Pastoral de los emigrantes e Itinerantes – Roma
Artículo originalmente publicado por CELAM