Los cristianos de Oriente Medio están llamados a enseñar a Occidente cómo dialogar con el islamHoy día, el término “árabe” suele evocar un imaginario no exento de prejuicios, estereotipos o comentarios negativos para la persona que lo escucha.
Alguien que nunca haya estado en un país árabe, y sobre todo en Oriente Medio, no encuentra dificultades para considerar que uno de sus habitantes sea musulmán, pero le resultaría extraño entender que sea cristiano o judío.
Los medios de comunicación y el clima de polémica en que vivimos, hacen que a menudo no se hagan las necesarias distinciones entre quién es árabe, a cuál religión se adscribe y qué tipo de vida lleva.
Los cristianos en Oriente Medio, que sean árabes (tanto por su etnia como por su lengua, originarios de la península arábiga) o arabófonos (de los países arabizados que empezaron a hablar el árabe tras las conquistas islámicas, siglo VII) se convirtieron al cristianismo en varias épocas (entre los siglos I y VI).
El cristianismo empezó en Oriente, desde donde se extendió a toda la tierra. Por eso, cuando un cristiano occidental pregunta a un oriental: “¿cuándo te has convertido?” la respuesta es normalmente una de dos: “hace dos mil años” o “¡antes que tú”!
Recientemente, estos cristianos se ven obligados a desarraigarse, a abandonar sus tierras o a enfrentarse a la muerte por su fe cristiana. Sin embargo, quizá el mayor agravio es sentirse abandonados por sus hermanos en occidente.
En territorio de mayoría musulmana se les consideran infieles. En occidente, musulmanes o cristianos herejes. De este modo, quedan sumidos en un limbo. Desamparados ante todas las atrocidades y la limpieza étnica que están viviendo.
¿Cómo se puede olvidar que fueron ellos que acogieron a la sagrada familia en Egipto, que en sus aguas fue bautizado el Señor y que muchos de ellos siguen celebrando la misa en Su propia lengua, el arameo?
Es verdad que varias Iglesias orientales fueron resultado de herejías y cismas históricos que tuvieron lugar en Oriente tras varios concilios ecuménicos. Pero es inaceptable que actualmente se siga considerando a estas Iglesias o a sus fieles como algo distinto al cristianismo.
Las que entraron en comunión con Roma son ya Iglesias católicas Unitatis, reconocidas por su patrimonio litúrgico, teológico, espiritual y disciplinario de ritos orientales originarias de las siguientes cinco tradiciones: alejandrina, antioquena, armenia, caldea y constantinopolitana o bizantina” (can 28§I y 28§2).
El rito es definido por el Vaticano como “la organización de la oración oficial, es decir la norma de la acción litúrgica fijada con autoridad y que tiene su expresión pública y concreta en la liturgia”.
Actualmente, algunas de estas Iglesias no poseen el mismo nombre histórico y consideran peyorativo que se las siga identificando con cismas o herejías como la Iglesia nestoriana, que se conoce oficialmente como la santa Iglesia católica apostólica asiria del Oriente, o la Iglesia jacobita que lleva el nombre de Iglesia ortodoxa siriana de Antioquia.
Por una parte, no se puede olvidar que estas Iglesias provienen de las Iglesias madres fundadas por los apóstoles de Cristo. Que pertenecen a las tradiciones cristianas antes mencionadas y que el nombramiento ortodoxo o católico solo empieza a partir del siglo XI.
Por otra, estas iglesias tienen una historia larga y rica en tradición y liturgia, desarrollada a lo largo de los siglos por santos orientales tales como San Juan Crisóstomo (considerado por el Vaticano como uno de los Padres de la Iglesia de Oriente), San Juan Damasceno, San Efrén de Nisibe y San Basilio el Grande (considerados como doctores de la Iglesia Católica), entre muchos otros.
En este sentido, actualmente nos urge subrayar que, ya seamos cristianos occidentales u orientales, formamos parte del Cuerpo de Cristo. Aún más, los cristianos orientales pueden ser el puente que conecta occidente con oriente. Ayudando a los occidentales a entender el Islam y poner en marcha un diálogo interreligioso humano y verdadero.
Un papel histórico relevante en la conexión del mundo árabe islámico y occidente, compiladores de las grandes obras del saber helenístico.
Su convivencia con el Islam desde hace siglos (cultura, lengua, etc.) les hace ejemplos privilegiados de un testimonio autentico de fe cristiana en sociedades islámicas.
El martirio de los cristianos en Oriente, al que desgraciadamente la actualidad nos está acostumbrando, debe comprenderse hoy como el más excepcional mensaje de fidelidad a la fe del Cristo, al amor y sobre todo a la paz, dando a sus perseguidores una lección de amor, de perdón y de gracia.
Al igual que Él, su testimonio es ejemplo vivo de un amor sin límite, repleto de gratuidad y sin miedo. En palabras del Padre Doughlas de Irak: “Tengo que perdonar, para que la gracia se transmita a la siguiente generación”, o en las de Mariam, una niña de siete años de Siria preguntada sobre ISIS: “no les haría nada, solo pido a Dios que los perdone”.