Josué está entre los primeros profetas en orden de importancia. Tiene un libro propio en el Antiguo Testamento y aparece en la Historia Deuteronomista, que son el Libro del Deuteronomio y los relacionados con él, de Josué hasta el Libro de los Reyes.
Era de la tribu de Efraín. Primero fue ayudante de Moisés (Jos 1,1) pero luego pasaría a ser -como Moisés- "siervo del Señor" (Jos 24,29). Moisés le cambiará el nombre: de Hoseas se convertirá en Josué (Nm 13,16). De hecho, nunca eclipsará a Moisés, ni siquiera en el propio libro de Josué.
De él hace un tremendo elogio la Sagrada Escritura: se dice que es el único hombre al que Dios obedeció (Jos 10,14).
En 68 ocasiones se lee la fórmula "dijo el Señor a...". Además, legisla para el pueblo de Israel y muere a una edad mítica, como la que se asigna a patriarcas y grandes personajes: en su caso, 110 años.
Aparece por primera vez en Ex 17,8-16, cuando dirige la batalla contra los amalecitas mientras Moisés ora por el éxito del combate. En Ex 24,13 es el único que sube al monte con Moisés, y le acompaña al bajar, cuando los israelitas están adorando al becerro de oro (Ex 32,17).
Sobre su estrecha relación con Moisés, se lee en Ex 33,11: "Josué hijo de Nun, su joven ayudante, no se apartaba de la tienda". Le pide a Moisés que impida profetizar a Eldad y Medad (Nm 11,28). En Nm 13,8, está entre los jefes enviados a explorar el país de los cananeos.
Al regresar la expedición junto con Caleb, afirma que la tierra es buena y que el pueblo no debe rebelarse contra el Señor volviendo a Egipto. Por esta razón serán los únicos que Dios va a permitir que sobrevivan de entre todos los exploradores y vean la Tierra Prometida.
En Nm 27,15-23 leemos que es designado por Dios para suceder a Moisés. Junto con el sacerdote Eleazar y los cabezas de familia de las tribus deberá actuar con los rubenitas y gaditas según se comporten en la guerra (Nm 32,28), y con aquellos mismos deberá hacer el reparto de la tierra (Nm 34,17).