Martí, el Papa y los sistemas muertosEl primero de los discursos del Papa Francisco en tierras cubanas ha sido una pieza de oratoria calculada al milímetro; un disparo de precisión en el que brilló no solamente la diplomacia –necesaria cuando se cumplen cien años de relaciones entre Cuba y la Santa Sede— sino también la astucia y la geopolítica, sin dejar de lado, antes al contrario, haciéndola valer, la fe en Dios y en el amor maternal de la Virgen María.
Cuando se anunció que de camino a Estados Unidos el Papa pasaría por Cuba, toda la estructura de comunicación del Vaticano fue insistente: no se trata de una “parada técnica” ni de una visita de cortesía. Se trata de un verdadero viaje pastoral, teñido de optimismo y de esperanza para que Cuba se abra al mundo y el mundo a Cuba. Y del mundo, especialmente, que se abra a su antaño archirrival, Estados Unidos (no para que se convierta en una colonia capitalista, no; sino para que sea este ejemplo de encuentro para toda América Latina y reavive las potencialidades inmensas del pueblo cubano).
El Papa y la Santa Sede ya han hecho lo suyo. Saben que Cuba es una “llave” para abrir el portón de la unidad de las Américas, portón que se mantiene cerrado por largas querellas ideológicas y posturas encontradas entre el gigante de la economía y el gigante de la ideología.
En este sentido, el párrafo central del discurso del Papa en el Aeropuerto de La Habana fue el que le dedicó a la esperanza de la normalización de las relaciones “entre dos pueblos, tras años de distanciamiento”.
El Papa fue muy claro: es un proceso que constituye “un signo de la victoria de la cultura del encuentro, del diálogo… “. Y la parte central, que tuvo que haber sido leída por la estructura del poder en Cuba con algún estupor, fue la cita del propio José Martí quien, al encomiar el “sistema del acrecentamiento universal…·, lo hacía aparecer muy por encima del sistema, “muerto para siempre, de dinastía y de grupos”.
La dinastía de los Castro (antes había mandado el Papa saludar, por vía de Raúl, a su hermano Fidel) lleva 56 años al frente de Cuba. Es la más longeva del planeta. Y ahora, frente a los nuevos tiempos, el propio Martí –en voz del Papa Francisco—es el que le pone un clavo al ataúd.