Papa Francisco preside la Eucaristía en el Santuario del Cobre Papa Francisco celebró la Misa en la Basílica del Santuario de la Virgen de la Caridad del Cobre, en el penúltimo acto de su visita a Cuba. En su homilía, y con la presencia de Raúl Castro, hizo un recorrido por la historia de la isla que está unida a su devoción Mariana.
Comenzó su intervención recordando el momento en el que el Señor visitó a María y cómo esto cambió la vida de una joven “quizás de entre 15 y 17 años, que en una aldea de Palestina fue visitada por el Señor anunciándole que sería la madre del Salvador”. “Lejos de «creérselo» y pensar que todo el pueblo tenía que venir a atenderla o servirla, ella sale de casa y va a servir” afirmó el Papa.
“María, la primera discípula, visitada ha salido a visitar. Y desde ese primer día ha sido siempre su característica particular”, explicó el obispo de Roma: “Ha sido la mujer que visitó a tantos hombres y mujeres, niños y ancianos, jóvenes. Ha sabido visitar y acompañar en las dramáticas gestaciones de muchos de nuestros pueblos; protegió la lucha de todos los que han sufrido por defender los derechos de sus hijos”.
Papa Francisco mostró como la Virgen también visitó la patria cubana, que “creció al calor de la devoción a la Virgen de la Caridad”. “Ella ha dado una forma propia y especial al alma cubana –escribían los Obispos de estas tierras– suscitando los mejores ideales de amor a Dios, a la familia y a la Patria en el corazón de los cubanos”, recordó el Pontífice.
“El alma del pueblo cubano, como acabamos de escuchar, fue forjada entre dolores, penurias que no lograron apagar la fe, esa fe que se mantuvo viva gracias a tantas abuelas que siguieron haciendo posible, en lo cotidiano del hogar, la presencia viva de Dios; la presencia del Padre que libera, fortalece, sana, da coraje y que es refugio seguro y signo de nueva resurrección”, explicó el Papa, que mostró como las abuelas y madres “mantuvieron abierta una hendija pequeña como un grano de mostaza por donde el Espíritu Santo seguía acompañando el palpitar de este pueblo”.
Para el obispo de Roma, la verdadera revolución pasa por María: “Nuestra revolución pasa por la ternura, por la alegría que se hace siempre projimidad, que se hace siempre compasión y nos lleva a involucrarnos, para servir, en la vida de los demás”.
Es la fe, la que “nos saca de casa para visitar al enfermo, al preso, al que llora y al que sabe también reír con el que ríe, alegrarse con las alegrías de los vecinos” y, por eso, explicó “Como María, queremos ser una Iglesia que sirve, que sale de casa, que sale de sus templos, de sus sacristías, para acompañar la vida, sostener la esperanza, ser signo de unidad”.
Por todo ello, el Papa finalizó explicando cuál es el cobre más precioso, la mejor riqueza y legado del cristiano: “Es la memoria viva de que Dios va en medio nuestro; es memoria perenne de que Dios ha mirado la humildad de su pueblo, ha auxiliado a su siervo como lo había prometido a nuestros padres y a su descendencia por siempre”.