Monseñor Felipe Arizmendi reflexiona ante los procesos de nulidad del vínculo matrimonialAnte la mala interpretación que se le ha dado al reciente motu proprio del Papa Francisco sobre el tema de los procesos de nulidad del vínculo matrimonial, monseñor Felipe Arizmendi Esquivel, obispo de San Cristóbal de las Casas (en Chiapas, México) ha emitido una reflexión profunda e informada sobre lo que hay verdaderamente detrás de las indicaciones del Papa.
Monseñor Arizmendi Esquivel subraya que en los medios de comunicación se dijo, de manera reiterada, que la decisión del Papa “facilitaba la anulación de los matrimonios·, lo cual no es verdad”.
Más adelante, el obispo de San Cristóbal de las Casas declara: “Si un matrimonio se hizo como debe ser, el Papa no puede anularlo. Lo que dispuso ahora, respondiendo a las inquietudes que obispos de todo el mundo le presentaron el año pasado en el Sínodo Extraordinario sobre la Familia, es sólo dar más facilidades para que no sean tan largos y engorrosos los procesos que un tribunal eclesiástico realiza para definir si un matrimonio fue nulo desde el inicio”.
Ni es lo mismo ni es igual
Con conocimiento de causa en materia jurídica y eclesiástica, monseñor Arizmendi Esquivel rechaza que sea “lo mismo” anular un matrimonio, que declarar que fue nulo desde su celebración; es decir, que desde el principio no hubo verdadero matrimonio.
“Hasta ahora, insiste el prelado mexicano, estos procesos son complicados, pues la Iglesia es muy respetuosa de la naturaleza indisoluble del verdadero matrimonio; pero esto hace sufrir a quienes celebraron su boda con irregularidades graves, y no lo pueden demostrar. Quisieran recibir la comunión sacramental, y no lo pueden hacer”.
Como se interpretó mal la disposición del Papa, ya muchos casados por la Iglesia, que se separaron y ahora viven con otra persona, se están acercando a la comunión, porque se sienten ya perdonados; “dicen que el Papa ya les abrió el camino a la comunión sacramental. No han entendido las cosas y las interpretan a su conveniencia”, reconoce el obispo de San Cristóbal de las Casas.
El Papa no va a cambiar lo establecido por Dios
Jesucristo fue muy claro: “Lo que Dios ha unido, no lo puede separar el hombre”, confirma en su reflexión monseñor Arizmendi Esquivel, y acto seguido sentencia: “Ni el Papa puede anular lo que Dios ha unido, como siempre ha enseñado la Iglesia”.
¿Qué es lo que hace el Papa, entonces? “Lo que hace el Papa –dice el obispo mexicano– es facilitar los caminos para que los tribunales eclesiásticos, y en particular los obispos, podamos resolver con más prontitud los casos en que se pueda demostrar que no hubo verdadero matrimonio desde su celebración religiosa”.
¿Y qué es lo que hace nulo un matrimonio; es decir, que aunque se hubieran casado con todos los ritos, incluso ante un obispo, no hubo verdadero matrimonio? Monseñor Arizmendi Esquivel lo ejemplifica diciendo que esto se produce si se casan a la fuerza, con amenazas, sin suficiente libertad o si no son conscientes de que el matrimonio es para siempre y con apertura a generar y educar hijos…
Hay muchas otras causales de nulidad del vínculo que explica monseñor Arizmendi Esquivel en su reflexión, pero, también es muy claro en cuáles no lo son: “Si después de casarse por la Iglesia, hubo problemas en la pareja, como violencia, embriaguez, infidelidades, no se entendieron y se separaron, eso no anula el matrimonio. Si ya tienen tiempo separados y uno de ellos ya vive con otra persona, eso tampoco lo anula”, etcétera.
Respetar la indisolubilidad del matrimonio
“Si el matrimonio estuvo bien celebrado, nadie, ni el Papa, lo puede anular”, remacha en su reflexión el obispo mexicano y aconseja que si alguien tiene dudas sobre la validez de su matrimonio, que acuda al tribunal eclesiástico que hay en todas las diócesis, con el encargo de estudiar si hubo alguno de estos impedimentos.
Pero, lo más importante, es respetar la indisolubilidad del matrimonio. “Si alguien se separó de su legítima esposa y vive con otra, no puede acercarse a confesar y comulgar, pues sería una contradicción, ya que no está en comunión con Cristo”, escribe el prelado chiapaneco.
Y termina aclarando algo fundamental, que, de ordinario, se pierde entre la selva de las palabras: que los católicos divorciados vueltos a casar, “no están excomulgados de la Iglesia; pueden ir a Misa, hacer oración, leer la Biblia, bautizar a sus hijos, participar en grupos y retiros, ser apóstoles de Jesús”.