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Oye, Dios quiere hablar contigo

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Felipe Aquino - publicado el 28/09/15
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Créelo, hasta en el dentista Dios puede hablar contigo (como me sucedió a mí)Créelo, hasta en el dentista Dios puede hablar contigo…

Brillantemente el Catecismo de la Iglesia Católica nos enseña:

Dios es quien primero llama al hombre. Olvide el hombre a su Creador o se esconda lejos de su faz, corra detrás de sus ídolos o acuse a la divinidad de haberlo abandonado, el Dios vivo y verdadero llama incansablemente a cada persona al encuentro misterioso de la oración”. (§2567)

¡Dios quiere hablar con nosotros!

Al hablarnos con nuestra conciencia, casi automáticamente, entendemos que estamos hablando con Dios. Cuando nos sentimos solos, sin tener con quien hablar, entendemos que Dios está siempre dispuesto a conversar. Y en tantas otras situaciones, de tantas otras maneras. Orar es tan humano como respirar, comer y amar.

Un gran ejemplo de eso es Moisés. Él tenía una relación profunda con Dios: “Yahveh hablaba con Moisés cara a cara, como habla un hombre con su amigo” (Ex 33,11). Siempre antes de actuar, o de enseñar al pueblo, Moisés se retiraba para orar. Hablar con Dios.

¿Y cuándo podemos orar? En todo momento. Dios siempre quiere hablar con nosotros. Sea por medio de su palabra, de los sacramentos, o de situaciones simples en nuestro día a día. Dios quiere estar con nosotros. Sólo que si no acallamos nuestro espíritu, no lograremos oírlo, mucho menos entender lo que Él está haciendo con nosotros. Por eso, quiero darte un consejo y compartir algo que sucedió conmigo recientemente.

El consejo es meditar y orar. Es fundamental en la vida del cristiano, meditar todos los días. Cuando nos disponemos a eso y nos colocamos en la presencia de Dios, que habita en nuestra alma, Él nos revela sus designios y voluntad para nuestra vida. Pero es importante hacer silencio para oír la voz del “huésped de nuestra alma”. Y Él mismo nos da esa oportunidad, basta que la gente la aproveche.

Ahora, te voy a contar lo que me sucedió.

Recientemente fui al dentista. Necesitaba tratar cuatro canales de un diente debido a una grave infección. De repente, estaba ahí en la silla del dentista. Y alrededor de una hora y media ahí permanecí, en aquella exótica silla del dentista, con la boca toda anestesiada, sin poderme mover, sin hablar, ni quejar. Y tiene que ser así, de lo contrario el especialista en canales dentarios no puede realizar ese procedimiento tan delicado.

No fue fácil encontrar y tratar el “cuarto canal” que estaba obstruido y calcificado; ¿quien puede entender? Bien, sólo me quedaba quedarme callado e inmóvil, confiando en la capacidad y experiencia del amigo dentista, Dr. Vance, amigo de mis dos hijos dentistas, Davi y André.

Pues bien, en aquel “silencio odontológico”, con la boca abierta y los ojos cerrados, oí a Davi decirme: “Papá, vas a tener tiempo de rezar un Rosario entero”. Ahí, pensé para mí, yo me paso al menos una hora y media en ello, y fue exactamente lo que duró el tratamiento.

Entonces, aproveché para rezar y meditar.

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