Primero la “revelación”, luego la conversión a través del estudio del Evangelio. Como le sucedió a Charles de FoucauldUn imprevisible e imprevisto encuentro con Dios de un ateo, educado por padres no creyentes, lector de Diderot y los ilustrados del s. XVIII.
Eric-Emmanuel Schmitt, clase 1960, filósofo de formación, dramaturgo de nacimiento, novelista prolífico, director, es una de las personalidades de la cultura transalpina más conocidas a nivel internacional. Decidió contar a Avvenire (6 de octubre) la historia de su conversión, que ocurrió una noche de 1989 en el desierto de Hoggar, Sáhara.
El don extraordinario de Dios
Schmitt perdió a su grupo y pasó la noche solo. Ahí tuvo lugar el encuentro con Dios. “Decir que una persona se ha convertido significa que ha realizado una elección activa y voluntaria. Tengo que admitir que esto no representa exactamente lo que viví en esa noche en el desierto. Más bien, recibí una gracia y un don extraordinarios. Y dejé en mí todo el lugar y espacio posibles para ese don. Por lo que si me llaman converso, prefiero ser definido como uno que ha recibido una revelación”.
“He recibido una revelación”
Más que converso, “la expresión que me caracteriza mejor” es la de una persona“que ha recibido una revelación porque cuenta la sorpresa del don que recibí. Yo no buscaba a Dios y no sabía que Dios me buscaba a mí. Recibí un don que no buscaba. Esta revelación fue para mí solo el principio”.
El estudio del Evangelio
De hecho, al volver a Francia, el dramaturgo se dedicó a la lectura de varios poetas místicos de diversas religiones. “Después de esa revelación emprendí un camino de descubrimiento del Evangelio. Y ese fue un trabajo muy activo de mi parte, precisamente comprender este texto lleno de contradicciones. En ello, tengo que decir que viví una conversión. En resumen, en el desierto, una revelación, con el Evangelio, una conversión”.
Tras las huellas de Charles de Foucauld
Habrá sido casualidad, pero la historia de esta revelación es muy parecida a la del explorador francés Charles de Foucauld, otro famoso converso, después del encuentro con Dios en el corazón del Sáhara.
Desde ese momento, De Foucauld se volvió ermitaño, comenzó una gran obra de evangelización en esas tierras. “Su fuerza – explica Schmitt– no ha buscado cristianizar a la fuerza a esos pueblos, sino dar testimonio del Evangelio con el ejemplo de vida. Precisamente como hizo Cristo en su época”.