Más que salvar vidas, le dan otra oportunidad a la genteEmiliano Lucero es voluntario en Médico Sin Fronteras, la organización médica y humanitaria que ayuda a millones de personas en todo el mundo ante catástrofes, situaciones de pobreza o de guerra, entre otras. En diálogo con Radio María, comentó su experiencia en distintos países, cómo empezó con su trabajo , opinó que “más que salvar vidas, le dan otra oportunidad a la gente” y aseguró que al ser un voluntariado, “acepta correr los riesgos”.
“Me recibí en la UNC y desde chico estuve interesado en trabajar ayudando en lo que es la salud. A veces estamos en lugares donde no hay hospitales ni Ministerio de Salud. En 2005 me presenté, hay que presentar el currículum por la página web, y ahí se entra a un proceso de selección. Es un voluntariado, uno lo acepta y acepta correr los riesgos. Generalmente la organización está en lugares de riesgo, o porque son remotos, o porque hubo catástrofes o hay conflictos, no es como practicar en una ciudad capital tranquila”, señaló.
“Médicos Sin Fronteras y otras organizaciones recibieron ataques, y hace muy poco hubo un bombardeo a un hospital en Afganistán. Reclamamos que se respete el derecho humanitario internacional, que es una de las pocas garantías que tenemos para trabajar en esos lugares, donde se le trata de poner un marco a estas atrocidades de guerra”, contó.
“En 2005 pasé Navidad en Angola, en un pueblito, era un puesto de salud con atención primaria, estaba como médico. A veces conseguíamos médicos o enfermeros, pero la mayoría de veces sumábamos a personal de salud del lugar con poca práctica a los que intentábamos ayudar”, agregó.
Emiliano recordó que estuvo en Angola, Kenia, Somalia, Uganda, Paraguay, Bolivia, México, Perú y Nepal, este último, por el terremoto que azotó al país.
“El choque se vive cuando uno vuelve. Cuando volví de Etiopía fui a Barcelona y choca mucho el contraste. A la ida uno espera y trata de hacer un factor de cambio. En todos los viajes se aprende, desde lo cultural, lo médico, se ven enfermedades avanzadas por no tener sistema de salud. Hay cosas que en el mundo ya no se ven, excepto en esos lugares donde no hay acceso a la salud. También es interesante descubrir las culturas”, afirmó.
El trabajo de Emiliano en México
“En el caso de México la primera intervención fue por el terremoto del 85. Generalmente estamos en lugares donde falta algo, en ese país hay proyectos para las zonas de violencia, como en la ciudad de Acapulco, donde apoyamos en la prevención del dengue, ya que el Estado no podía ingresar por la violencia, y después abrimos un proyecto de violencia urbana con foco en la mujer”, sostuvo.
“Después tuvimos otro proyecto para los migrantes, que tienen que huir de ese país intentando llegar a Estados Unidos, y en el trayecto sufren todo tipo de atrocidades, entonces abrimos consultorios para brindar atención médica y psicológica”, acotó.
“Siempre nos basamos en explicar quiénes somos, de quién dependemos, tratamos de explicar todo, y en muchos casos nos conocen porque en sus países de origen tenemos proyectos. En México abrimos uno también por el tema del Chagas, a la que llamamos enfermedad olvidada, porque son desatendidas, no hay desarrollo de nuevas drogas y métodos de diagnóstico”, consideró el doctor.
Su colaboración en el terremoto en Nepal
“Una de las razones por las que entré a Médicos Sin Fronteras era porque me interesaban los desastres naturales. Cuando sucedió el terremoto, llamé para decir que estaba disponible. Rendí la tesis y al otro día salí para Nepal. Katmandú no estaba tan dañada. Hay gente de logística que se encarga del movimiento. Si no hay casas para alojarnos, se arman campamentos con carpas”, detalló.
“Cada desastre natural tiene sus particularidades. Los terremotos tienen sus fases, en este caso fueron cinco equipos grandes. La primera fase, que es búsqueda y rescate, suele ser gente local que tiene la capacidad, hicieron evacuación y primeros auxilios. En la segunda fase, empezamos con el sistema de atención primaria, el refugio y atención psicológica.
En desastres van muchas organizaciones, nosotros tratamos de ir a donde no llegan los otros. En Nepal decidimos ir a las montañas más remotas, que sólo se podía acceder por helicóptero”, precisó. “En el Himalaya hay pueblos por doquier, pero se cortaron puentes o caminos, no podían salir ni entrar.
Son misiones de emergencia intensas y de corta duración, distribuimos carpas, movimos más de 68 toneladas sólo nuestro equipo”, indicó, y añadió respecto a la catástrofe: “El componente psicológico es característico de los terremotos. Tratamos de llevar equipos de psicólogos para que no se convierta en un síndrome traumático. Es muy duro, a una nena le falleció toda la familia, necesitan apoyo psicológico, que hay que intentar garantizarlo meses después de que ocurre, cuando se va la prensa y las organizaciones”.
El espíritu humanitario
“Trabajar con niños es lo más doloroso y lo más lindo. Más allá de lo feo que pasa, dan ganas de insistir, por ver su sonrisa. Se trabaja a nivel pediátrico, de salud mental, hay distintas actividades. Les hacemos zona de juegos, se trabaja con dibujos, representaciones para que se expresen y liberen lo que tienen adentro”, especificó.
“Hay que tener espíritu humanitario. Muchos lo hacen uno o dos años, otros toda la vida, depende de cada uno. Creo que hay que tratar de estar, todos podemos ayudar de distinta forma, hay ayuda que se puede hacer desde la posición de cada uno”, añadió.
“Cuando uno vuelve de esos lugares, los problemas de la sociedad moderna se vuelven banales. Hay socios que donan una pequeña cuota en todo el mundo, eso nos da independencia para decidir a dónde vamos. Hay más de tres millones de socios en el mundo, tenemos un sistema de logística para desastres. Sólo aceptamos donaciones en dinero, porque con eso preparamos kits para cada caso. En el mundo tenemos más de 33 mil trabajadores, sin la ayuda de los socios no lograríamos nada. Más que salvar vidas, damos otra oportunidad”, reflexionó Emiliano, que tiene miles de historias para contar de su ayuda a las personas en momento de angustia. Es de esos voluntarios que encarnan con su vida la frase de la canción “Esperando contra toda esperanza”.
Artículo originalmente publicado por Radio María