La ilusión de más es un libro de Harris III, un ilusionista y comunicador evangélico estadounidense. El video que proponemos es un comercial que lo promueve. El objetivo del libro es mostrar las ilusiones y mentiras que propone el mundo y la cultura actual, que consisten en el engaño del “querer más”, y descubrir el secreto de la alegría que es vivir según la Verdad. Harris, como ilusionista, sabe muy bien que las cosas no son siempre lo que parecen.
Quiero iniciar mi comentario del video relatándoles una experiencia que tuve hace unos 18 años. En 1996 tuve la oportunidad de pedirle a mis papás que me compraran una consola de videojuegos (¡la Super Nintendo!).
Mis papás me respondieron que no tenían ningún problema. Sin embargo me pusieron una condición: que sea la última consola que les pida.
Me explicaron muy sensatamente que todo el tiempo iban a salir nuevas consolas, y que me iba a aburrir de la mía y les iba a pedir que me compren otra. Por lo tanto, me tenía que conformar con esa hasta… en realidad nunca me dijeron hasta cuando.
En fin, la lección era clara: tenía que aprender a no dejarme llevar por la ilusión de lo nuevo y disfrutar de lo que ya tenía. Lamentablemente, no aprendí. Dos o tres años después vine con la genial idea de que me compraran la Play Station.
Les expliqué todas las ventajas que tenía y me ilusioné con las horas de diversión que me iba a dar. Por suerte, la sensatez que me faltaba por mi inmadurez, brilló en mis padres. Me respondieron que teníamos un compromiso vigente y que no me iban a comprar una nueva consola. Punto.
Siempre voy a agradecerles la lección que me dieron. Sin embargo yo percibo en mí, y en la cultura que me rodea, la tendencia a buscar siempre lo nuevo, a tener lo mejor, a buscar poseer más.
Los iPhones son un ejemplo buenísimo: todos los años sale uno nuevo que hace prácticamente obsoleto el modelo anterior. La lógica es que cambies todos los años de celular, aunque objetivamente no lo necesites.
Y esa lógica está detrás de los cambios en la moda, en las nuevas dietas para adelgazar más fácil, en el nuevo libro de meditación, en que los equipos de fútbol cambien de camiseta cada año, etc.
Esta vorágine apunta a que lo que tengas nunca sea suficiente, a que el “quien soy” sea definido por algo que no poseo y que se encuentra más adelante. Y esto tiene consecuencias muy graves, como enseña el Papa: «El gran riesgo del mundo actual, con su múltiple y abrumadora oferta de consumo, es una tristeza individualista que brota del corazón cómodo y avaro, de la búsqueda enfermiza de placeres superficiales, de la conciencia aislada» (Evangelii Gaudium, 2).
Me surge la pregunta: ¿cómo responder a esta cultura del “quiero más”? Y más profundamente, ¿cómo responder a mis propios deseos de más? Cada uno experimenta en mayor o menor medida este deseo de más, porque nacimos en esta cultura y la respiramos todo el tiempo. Nos afecta.
Sin embargo, este deseo de más no es una tendencia que proviene totalmente de afuera. Toda persona desea ser feliz. Cada uno quiere ser feliz infinitamente, llegar a una plenitud que no tenga fin. En realidad, la cultura del consumo se aprovecha de una fuerza interior del ser humano: el anhelo de infinito. Chesterton, escritor católico inglés, decía que, “el error es una verdad que se ha vuelto loca”. Por lo tanto, nuestro deseo genuino de infinito se vuelve loco por tener más.
Para poder responder entonces a la ilusión del más presente en el mundo y en nuestros corazones debemos cuestionarla profundamente. No para eliminarla de raíz sino para buscar lo que de verdadero tiene. Es decir, en el propio corazón podemos reconocer el anhelo de ser felices y preguntarnos si lo que nos propone el mundo lo va a llenar. Solo reconociendo la infinitud de nuestros anhelos podemos darnos cuenta que solo algo, o Alguien, igualmente infinito puede saciarlos.
Te propongo lo siguiente: haz memoria de lo último que quisiste hacer, comprar, tener, disfrutar y de lo cual pensaste que si no lo obtenías no ibas a ser feliz. Ahora, respóndete seriamente esta pregunta: ¿eres feliz ahora que disfrutaste de eso que anhelaste tanto? Una vez que respondas esa pregunta hazte la siguiente: ¿qué me hace pensar entonces que lo que anhelo ahora tener no es más que una ilusión?
Desde otro punto de vista: ¿Qué tanto pongo mi felicidad en aquello que es permanente e infinito y qué tanto en aquello que es efímero e ilusorio?
Artículo originalmente publicado por Catholic Link