Francisco recibió a jóvenes japoneses para conmemorar la historia de esperanza y de lágrimas del martirio cristiano en el Sol naciente El Papa Francisco recibió en audiencia el pasado 4 de noviembre a un grupo de 47 jóvenes japoneses del instituto Sant’Orsola llegados a la plaza de San Pedro para celebrar los 400 años de la histórica jornada en la cual una delegación guiada por el samurái Hasekura Tsunenaga (1571-1622) fue recibida en el Vaticano por papa Pablo V el 3 de noviembre de 1615.
La misión de jóvenes católicos venidos de Sendai, región de Tohoku, Japón, fue recibida en el Vaticano con los brazos abiertos por el Papa argentino que como misionero ha soñado siempre pastorear en el oriente.
Al mismo tiempo la celebración antes mencionada pone en el camino milenario del papado, por primera vez, a un samurái temerario y bautizado, que traía paz entre Japón y la Santa Sede, en tiempos de martirio.
Fue Date Yasumune, heredero de la dinastía de Sendai, junto a monseñor Tetsuo Hiraga, quien guió la delegación de estos días. Traían junto a los jóvenes un mensaje de “paz y esperanza para el futuro” tras cuatro siglos de la llamada “Misión Keicho”, cuando se intentó un acercamiento entre el Japón, Roma y España.
La persecución sangrienta de las comunidades católicas fue el epílogo de este intento diplomático que no llegó a su cometido debido a intereses políticos de corte.
Date Masamune, terrateniente de Sendai, conocedor del cristianismo, pidió a Tokugawa Hidetada (1579-1632), segundo shogun, jefe militar de la nación, que autorizara la misión comercial para llegar a España y visitar al papa de Roma.
El señor feudal confió tal misión a su mejor samurái, Hasekura Tsunenaga, que guiaba a una delegación de 22 samuráis, un centenar de mercantes, marineros y criados.
El viaje inició el 28 de octubre de 1613, desde la bahía de Tsukinoura a bordo del galeón San Juan Bautista. La primera etapa fue México, para llegar a la corte del Rey Felipe II y Roma.
En esta historia hay un héroe anónimo, el padre franciscano, Luis Sotelo que llegó a Japón en 1603 y que incitó a que la misión se realizara gracias a sus buenas relaciones con Date Masamune, que aunque no era bautizado, simpatizaba con el catolicismo, a la espera en una conversión de todo el Japón.
La expedición tenía como objetivo pedir al Papa enviar un grupo de misioneros, como ya se había hecho en las Américas. Una expedición que representaba la última esperanza para la situación de los cristianos en Japón, precisamente porque en febrero de 1614, Hidetada Tokugwa proclamó un decreto contra el cristianismo.
A su vez, su hijo, Tokugawa Hidetada, luego de la misión autorizada por él mismo al Vaticano, en 1628 se lanzó lanza en ristre contra el cristianismo.
La Biblia fue quemada en la plaza pública, alrededor de 500 cristianos japoneses y extranjeros fueron condenados a cumplir un suicidio ritual japonés (harakiri) por indignos, mientras otros escaparon.
El samurái de la histórica expedición al llegar a España se bautiza. Hasekura llegó a Roma para ver al Papa en octubre cumpliendo una ardua preparación espiritual, además porque sabía que en juego estaba la vida de los cristianos en las tierras niponas.
En noviembre de 1615, el samurái fue recibido con honor y entregó un mensaje en latín a Pablo V. La misiva es una pieza histórica guardada en el Vaticano. El samurái cristiano obtuvo la ciudadanía honoraria de la Ciudad de Roma. La carta del Papa dirigida a Date se encuentra en el museo de Sendai.
El episodio conmemorado por el Papa Francisco y los jóvenes nipones en nuestros días, terminó mal debido a una serie de artimañas de palacio. Data Masamene pidió al Papa el envío de misioneros franciscanos, a cambio de mediar en la negociación del tratado comercial con España.
El samurái luego de regresar a Madrid con el apoyo del Papa, en cambio encontró un clima enrarecido puesto que en el Japón las persecuciones contra los cristianos continuaban y la corona española no las aceptaba para no defraudar la confianza del Papa.
Así, el emperador japonés endureció la mano contra los misioneros, que consideraba aliados conspiradores de los reinos extranjeros de España y de Portugal. Y el tratado comercial fue considerado un caballo de Troya para desestabilizar su poder.
Cabe mencionar que los 47 estudiantes japoneses que llegaron a visitar al papa Francisco, siguieron los pasos de la “Misión Keicho” en Roma y visitaron la Sede de la Compañía de Jesús, la Basílica Vaticana, en el día de la conmemoración de la visita a Pablo V, y la plaza de San Pedro, el día de la audiencia general, para finalmente honrar la Iglesia de Civitavecchia, ciudad italiana en la provincia de Roma, dedicada a los mártires japoneses.
Así, la pancarta de los jóvenes japoneses en la audiencia general del pasado miércoles en San Pedro ha quedado como símbolo de la “esperanza” de la evangelización en la nación del Sol naciente donde centenares de cristianos fueron martirizados no en vano y dieron su vida por el Evangelio y la paz.