Conceptos como el posthumanismo han hecho tambalear la sociedad, que tiene que empezar a pensar cómo será el futuro de la humanidad a partir de ahora. El CCCB presenta la exposición “+ Humanos. El futuro de nuestra especie”, donde se explora este futuro desde la visión tecnológicaVivimos en la sociedad de la tolerancia, donde todo cabe, y dónde parece que no hay unos ideales preestablecidos que ayuden a diferenciar la división entre el bien y el mal. Cualquier idea, por aberrante que nos pueda parecer, puede llegar a estar aceptada por la sociedad e incluso llegar a hacer leyes para poderla regular.
El posthumanismo, los clones, la evolución dirigida, la singularidad hombre-máquina, las capacidades aumentadas, las prótesis inteligentes, la inteligencia artificial… son conceptos que ya hace mucho tiempo que escuchamos en las noticias, pero ¿hasta qué punto son conceptos trasladables a la vida real?
Se han conocido casos de personas que han preferido sustituir una mano de su cuerpo que ya no era servible, por otra biónica que pueda realizar algunas acciones que faciliten la vida. Cada vez son más las empresas que se dedican a fabricar prótesis de extremidades del cuerpo que se puedan controlar con la mente, y esto lleva a pensar que en un futuro cercano cualquier cuestión médica se podrá resolver mediante la tecnología.
Pero, además de este adelanto que mejora la vida de las personas, ¿hasta qué punto estamos permitiendo que la tecnología influya en la vida de los humanos?
Hay muchas películas que hablan del tema, como Ex Machina (2015), de Alex Garland, una sci-fy que explica la historia de Caleb, un programador de la empresa Bluebook que deberá pasar una semana aislado con el objetivo de ayudar a la creación de una mujer-robot, el primer experimento de creación humana de inteligencia artificial; Her (2013), de Spike Jonze, trata una historia de amor entre un hombre y el sistema operativo informático de un ordenador; Transcendence (2014), de Wally Pfister, es una película donde el protagonista es un investigador que trabaja en la creación de una máquina sensitiva que combina la inteligencia colectiva con las emociones humanas.
Sus ayudantes se plantean la cuestión moral de la creación de esta máquina, mientras que el investigador se crea muchos enemigos extremistas anti-tecnológicos.
Escena de la película ‘Ex machina’
Estos son sólo algunos títulos cinematográficos, pero hay otros, como la española Eva (2011), de Kike Maíllo, A.I. Inteligencia Artificial (2001), de Steven Spielberg, y otros títulos.
Esta relación en que cada vez la tecnología gana un peso muy importante en detrimento de la persona, ¿llegará a formar parte del colectivo social? ¿Lo aceptaremos como posible implementación en nuestras vidas? La gran pregunta sería si existe la posibilidad de que los humanos vemos factible la opción de implementar en nuestra existencia una parte robótica y artificial.
Como hacer que una idea inaceptable acabe convirtiéndose en ley
“La ventana Overton” es una teoría política donde a través de una ventana muy estrecha aparecen las ideas que la sociedad puede considerar aceptables, y propone una serie de estrategias políticas que permitirán que una idea inadmisible, como legalizar el canibalismo (ejemplo que pone Joseph P. Overton), pueda no parecer muy extremista o incluso aceptada.
Esta ventana consigue que, paso a paso, una acción repugnante pase a estar aceptada por la conciencia de masas y por la ley. Pero la idea no se introduce en la mente de la sociedad a través de un lavado de cerebro a las personas, sino mediante técnicas totalmente sofisticadas, coherentes, lógicas y sistemáticas, en que las personas son incapaces de darse cuenta que están recibiendo esta información. La técnica está tan estudiada que tiene varias etapas para llegar al grado de aceptación: una idea impensable, radical, aceptable, sensata, popular y política.
Cogiendo el ejemplo del canibalismo, la primera etapa, que consiste en convertir aquello impensable en una cosa radical, se pone en marcha trasladando la cuestión a la esfera científica, que no acostumbra a tener tabúes, explicando la naturaleza de las tribus caníbales, mostrando declaraciones a favor de la práctica y, en definitiva, intentando que la actitud intransigente de la sociedad cambie por una de más positiva, y de este modo el tabú desaparece y la idea se empieza a discutir.
El siguiente punto es conseguir que la idea sea aceptable, es decir, hablar mucho del tema y no aceptar que alguien se niegue a hablar. A continuación toca crear un precedente de referencia histórico (o inventado), que sobre todo esté legitimado, sobre otras cuestiones antropológicas que primero eran impensables y al final fueron legalizadas.
Un vez tenemos el concepto “de antropofagia” (que sustituye el de canibalismo) aceptado en la sociedad, toca convertirla en una cuestión sensata. Es decir, promover ideas como “el deseo de comer personas está genéticamente justificado” o “a veces una persona tiene que recurrir a ello, si se dan circunstancias desesperadas”. Los contrarios al canibalismo se convertirán en radicales por la opinión pública, se mostrarán agresivos, enloquecidos, con ganas de quemar vivos los caníbales… mientras que expertos y periodistas hablarán de la normalidad histórica de comerse a otras personas.
Para conseguir que esta idea sensata pase a ser popular empezará a aparecer en películas, canciones o vídeos, y finalmente aparecerán imágenes de los criminales que los humanicen, donde ellos aparecerán como víctimas de lo que la vida los ha obligado a hacer. Ya para acabar, para conseguir que la antropofobia se convierta en una cuestión política se tiene que legalizar, y se hace gracias a los sectores que publican encuestas que confirman que un porcentaje elevado de la población está a favor de legalizar el canibalismo en la sociedad.
Parece que la “Ventana Overton” ya se puede haber abierto para incluir en su imaginario colectivo la idea del posthumanismo en lo referente a la vida tecnológica.
Es un debate que ya está en la sociedad, del cual han salido estudios científicos que hablan mucho de esto, y muchas personas que han dado su experiencia positiva en relación a prótesis biónicas. También se han realizado algunas exposiciones al respeto, como la que presenta hasta el 10 de abril del 2016 el CCCB, bajo el nombre de “+ Humanos. El futuro de nuestra especie”. Ahora sólo faltará que se creen leyes que regulen la idea de estar totalmente inmersos en la tecnología.
La exposición ‘+ Humanos. El futuro de nuestra especie’, ¿evolución o deshumanización?
La evolución de la humanidad. ¿Hacia bien o hacia mal?
El Centro de Cultura Contemporáneo de Barcelona (CCCB) presenta estas cuestiones en una exposición que vincula el arte y la ciencia a través de la robótica, la inteligencia artificial y la biotecnología, y que tiene por objeto explorar los posibles caminos de futuro de la especie humana. Y el panorama que presenta es el de llevar al hombre al extremo de necesitar la máquina para aumentar sus posibilidades para llegar a la perfección como especie.
Esta cuestión hace aparecer inevitablemente el concepto del “valle inquietante” (uncanny valley), es decir, la sensación de rechazo que crea en el ser humano que la tecnología asuma en exceso apariencias y comportamientos antropomórficos, demasiado parecidos a la realidad de la especie.
Lo que encontraremos en “+ Humanos. El futuro de nuestra especie”, una exposición producida por la Science Gallery de Dublín y presentada por el CCCB en la capital catalana, es una serie de muestras tecnológicas que llevan al ser humano a una deshumanización, más que no a una evolución. Las creencias, los sentimientos, la moral y la ética pasan a un segundo término cuando hablamos de los llamados ciborgs, superhumanos o clones.
Ojos robóticos que siguen al visitante de la exposición mientras los observa
Apenas entramos en “+ Humanos” ya se nos plantea hasta donde tienen que llegar los límites “Cíborgs, superhumanos y clones”. ¿Evolución o extinción? ¿Qué quiere decir ser humano hoy? ¿Cómo será la humanidad de aquí a cien años? El potencial tecnológico avanza a toda velocidad; ¿debemos continuar modificando nuestro cuerpo, nuestra mente y nuestra vida cotidiana, o hay unos límites que no podemos superar?”. Y ¿de qué límites nos habla?
La manipulación de los procesos biológicos, el control de las máquinas digitales y mecánicas y la creación de una inteligencia no biológica que desafía la humana provocará, sin duda, grandes cambios en la sociedad, tanto culturales como éticos “sobre la apropiación de la vida y la alteración de la identidad”.
De la cincuentena de obras expuestas son diversos los experimentos que plantean el cambio (y muy grande) de los conceptos éticos de la humanidad. Por un lado encontramos los experimentos que llevan al cuerpo humano hasta el extremo, como la “Máquina orgásmica”, de Julijonas Urbonas.
Es un aparato recreativo para facilitar el orgasmo basado en el principio de la centrifugadora, donde expone a los amantes a fuerzas gravitatorias variables, para conducir la sangre hacia las extremidades inferiores y causar así una pérdida de oxígeno en el cerebro, que se traduce en una euforia posterior.
“La combinación de esta sensación con el orgasmo trae a una sensación que va más allá del placer: el orgasmo hipergravitacional”, según el artista. Curiosamente, Urbonas también es el encargado de la “Montaña Rusa Eutanásica”, una máquina imaginaria con el objetivo de quitar la vida, “con humanidad y alegría”, a una persona. La atracción es de tal envergadura que proporciona varias experiencias, desde la euforia a la emoción, la visión en túnel, la pérdida de conciencia y la muerte.
La Montaña Rusa Eutanásica, de Julijonas Urbonas
Pero las de Urbonas no son las únicas obras capaces de cambiar la humanidad a las personas. “El Teledildoica para Relaciones a Distancia”, de la empresa Kiiroo, plantea utilizar los ordenadores para tener relaciones sexuales táctiles a distancia, gracias a unos juguetes sexuales interactivos que te permiten estar conectado con otros usuarios para crear “una nueva experiencia en la red”.
Pero el que se lleva el colofón para acabar con las relaciones humanas es el “Test de Compatibilidad de ADN”, de Instant Chemistry, donde se propone que las personas se hagan unos análisis de ADN para encontrar la pareja del mercado que más “compatibilidad subyacente” tenga, y de este modo poderse saltar las fases de conocer, ser románticos, matrimonio, amor…
¿Y si después de muertos vuestro cuerpo enterrado pudiera dar otro servicio? El más allá, de James Auger y Jimmy Loizeau propone para los “ateos afligidos” que después de la muerte biológica se pueda aprovechar el potencial químico del cuerpo, almacenándolo en una pila seca. “La tecnología ofrece una prueba concluyente de la existencia de vida más allá de la muerte: la vida contenida en una batería”, y remata con la pregunta ¿“que haríais con una pila de ultratumba cargada con vuestra energía o con la de un familiar o un ser querido?”.
Agatha Haines hace un planteamiento muy drástico para llegar a la perfección humana, a partir de procedimientos quirúrgicos que permiten modificar los cuerpos conservando la funcionalidad, pero mejorándolos en otros aspectos. Con “Transfiguraciones” propone mejorar médicamente algunas funciones corporales, representadas en cinco bebés con alguna modificación quirúrgica que resolverá una dificultad futura, mientras se pregunta hasta qué punto pueden llegar los padres para dar ventajas a sus hijos.
Estirando la piel del cuero cabelludo se favorece la disipación del calor. El calentamiento global ya no será un problema ya que se podrá trabajar a altas temperaturas gracias al mayor número de venas cercanas a la superficie dérmica
Pero no todo lo que hay en la exposición plantea dilemas éticos y morales, algunos de los experimentos son positivos, como el de las capacidades aumentadas, con ejemplos de prótesis del siglo XIX, o con la presentación de Aimee Mullins, la atleta que participó en las Olimpiadas de Atlanta con unas piernas de guepardo. Según la comisaria del proyecto, la artista e investigadora Catherine Kramer, “no se trata de discapacitados, sino de capacidades diferentes. Los valores cambian”. Kramer es conocida por el The Center for Genomic Gastronomy, un proyecto que investiga el uso de las biotecnologías en el campo de la alimentación.
En relación con las prótesis también encontramos el “Laboratorio DIY” (do it yourself, o háztelo tú mismo) consiste en impresoras 3D que crean los mismos recambios corporales.
En términos más tecnológicos encontramos el “Casco Desacelerador”, de Lorenz Potthast, que puede percibir el mundo a cámara lenta, o “La Máquina Avatar” de Marc Owens, dispositivo que convierte la realidad en un simulacro de videojuego, con el efecto de contemplar la vida real en tercera persona. De hecho, la exposición presenta constantemente la posibilidad de vivir experiencias como si fuéramos terceras personas, en la piel del otro.
Máquina Avatar, de Marc Owens
Hay experimentos sorprendentes, como la implantación de una oreja en un antebrazo, o la posibilidad de conseguir que personas con parálisis cerebral consigan comunicar sus emociones a través de convertir las ondas cerebrales en sueños. Y está claro, como no podía ser de otro modo, el CCCB muestra el concepto de ciborgismo.
“La entidad internacional Cyborg Foundation se constituyó en 2010 con tres objetivos: ayudar a los humanos a convertirse en cíborgs, defender los derechos de los cíborgs, y promover el ciborgismo como movimiento artístico y social”.
Es decir, la unión entre la cibernética y el propio organismo, donde el artista se introduce la tecnología en el cuerpo para ampliar sus capacidades de sensación y de percepción. Y el único cíborg que existe actualmente es Neil Harbisson, que por su incapacidad de ver los colores se ha implantado quirúrgicamente un sensor que transforma los colores en música.
Neil Harbisson, el único cíborg existente
“+ Humanos” es sólo la expresión artística de un futuro no sabemos hasta qué punto inmediato. ¿Será esta la humanidad del mañana? ¿Se llegarán a crear leyes que regulen el posthumanismo y la inserción de las máquinas de forma tan profunda en nuestra esencia? ¿Cambiará la moralidad y la ética tal como la entendemos hoy? Esto sólo lo podremos saber en el futuro, pero mientras tanto Kramer dice que “el futuro no es un lugar, es un viaje y hay muchos caminos que se pueden recorrer”.
Artículo originalmente publicado por Forum Libertas