“Cuando amas, expresas de muchas formas lo que sientes”Si el diálogo con Dios es profundo, el cuerpo sigue al corazón y baila, como el rey David frente al Arca de la Alianza, o mueve las manos, los brazos, las piernas, dibujando con el movimiento el ritmo del diálogo con el Maestro de la Vida, como hacía santo Domingo de Guzmán.
Desde una ventana con vistas a la iglesia de Santa Sabina, dentro de aquella que fue la habitación del antiguo monje dominico del Aventino, en Roma, los primeros compañeros del santo fundador de la Orden de Predicadores lo “espiaban” absorto en oración, asistiendo a su dinamismo incansable.
“Cuando amas”, dice la hermana Catherine Aubin, dominica, profesora de la Universidad Pontificia Santo Tomás de Aquino (Angelicum) y autora del libro Rezar con el cuerpo a la manera de Santo Domingo, “expresas lo que sientes con gestos, palabras, sonrisas”.
“Lo mismo sucede en la oración, que es una conversación con Jesús, a quien queremos mostrar nuestro amor. En nuestros días, nos olvidamos un poco de esa relación viva de oración con el cuerpo y con Dios”, añade.
Afortunadamente para nosotros, los hermanos de esa época tomaron nota y relataron 9 modos de rezar de santo Domingo y los transformaron en imágenes de un libro. Ese documento sirvió para ayudar a los hermanos a orar.
“El primer testimonio es el grito de santo Domingo: ‘Mi Misericordia, ¿en qué se convertirán los pecadores?’”, comenta la hermana Catherine.
“De ahí los movimientos: agachar la cabeza y la espalda, postrarse, esforzarse para unirse a la Pasión de Cristo, arrodillarse y levantarse, quedar de pie sin apoyarse en nada, con las manos abiertas sobre el pecho en escucha de la Palabra, con los brazos abiertos como Jesús en la cruz, con los brazos elevados al cielo en señal de súplica”.
“A cada gesto corresponde una actitud espiritual –humildad, arrepentimiento, confianza en la misericordia de Dios-, en un recorrido de tres etapas que expresan la aceptación de las propias limitaciones de la criatura y el encuentro con Dios frente a frente, como un amigo”.
Con las dos últimas actitudes, santo Domingo lee y escucha lo que el Señor le dice a través de su Palabra, y enseguida comparte la amistad de Jesús con los amigos en el mundo.
Domingo tenía la reputación de ser el “consolador” de sus hermanos, “ayudando a los otros a reencontrar la dignidad y la vocación, que es la amistad de Dios”.
La amistad con Jesús demanda el tiempo para estar con Él, pero también caminar compartiendo el propio ser con el prójimo.
La hermana Catherine vivió diez años en París, en una comunidad dominica en Saint Denis, donde entró en contacto con muchas personas que buscaban la armonía interior por medio de técnicas de meditación tipo zen.
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El ejemplo de santo Domingo recuerda que “también en la tradición católica existe una pedagogía de oración con el cuerpo, que ayuda a encontrar la interioridad”.
Rezar con el cuerpo ayuda a ir más allá de la oración mental distraída, transformándola en un “diálogo vivo a lo largo del todo el día”.
¿Difícil? Menos de lo que parece. “Comencemos con gestos sencillos, como la señal de la cruz y abrir las manos. Vamos poco a poco encontrando la presencia de Dios en nosotros mismos”.
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