Jan Hartman convirtió en 1662 el ático de su casa en una iglesia clandestina, oculta a los ojos de las autoridadesCorría el año 1578. Ámsterdam, que formaba parte del gran imperio español, se convierte al protestantismo, religión que también es adoptada por la recién creada República de los Países Bajos. Sobre el papel, la república garantiza la libertad de culto, pero la realidad es que los creyentes de otras confesiones no tienen permitido profesar su fe en público. Empezó para los católicos una etapa de persecución y clandestinidad. Las autoridades confiscaron los bienes de la Iglesia, cerraron monasterios y convirtieron las parroquias en templos protestantes.
Los católicos no eran los únicos con problemas: anabaptistas, judíos, arminianos y luteranos se vieron también obligados a celebrar sus ritos a escondidas.
La salvación viaja en barco
Siglo de Oro holandés. Ámsterdam es una de las ciudades comerciantes más importantes de Europa. Mercaderes venidos de todas partes amarran en sus puertos para probar suerte. Así hizo también Jan Hartman, un mercader católico de procedencia alemana, dedicado al comercio del lino.
En 1662, tras 84 años de prohibición del culto público, Jan Hartman encarga convertir el ático de su mansión en una amplia iglesia clandestina, invisible para los viandantes. El comerciante derriba los muros de los tres áticos contiguos, situados en la parte superior de las tres casas que conforman su mansión con vistas al famoso canal de Ámsterdam. Allí construyó la iglesia de Nuestro Señor en el Ático, un tesoro escondido al que se accede por unas estrechas y empinadas escaleras y al que acudían 150 parroquianos semanalmente. Hoy en día, acoge el museo Ons´Lieve Heer op Solder (Nuestro Señor en el Ático) y se celebra allí una Misa el primer domingo de cada mes.
La Hostia ignífuga
La reina Máxima abrió hace unas semanas el museo al público tras unas obras de ampliación. En el piso superior de la casa se ha dedicado un espacio al milagro eucarístico de Ámsterdam, sucedido en 1345. En marzo de aquel año un hombre que se encontraba en el lecho de muerte recibió el viático en su casa en la Kalverstraat, una de las calles céntricas de la ciudad. Por su enfermedad, vomitó tras haber recibido la Comunión. La señora que atendía al moribundo limpió todo y lo echó al fuego. Sin embargo, la Sagrada Hostia no se consumía y flotaba sobre las llamas.
El sacerdote fue a recogerla y la llevó a la Iglesia Antigua (el templo más antiguo de la ciudad). Pero, ante la sorpresa de todos, la Hostia regresó a la casa del moribundo hasta en dos ocasiones. Los fieles entendieron que había que dar a conocer el milagro. La Forma Consagrada fue llevada nuevamente a la Iglesia Antigua, pero esta vez en procesión. Además se construyó una capilla en la casa del enfermo, donde quedó reservado el Santísimo. Posteriormente, la capilla sufrió dos incendios, quemándose todo menos la forma consagrada.
Hasta esta capilla se acercaban peregrinos procedentes de diversas partes del mundo. Una vez al año tenía lugar una procesión con el Santísimo Sacramento para conmemorar este acontecimiento. En 1578 la procesión anual fue prohibida por las autoridades municipales protestantes. Aun así, los católicos continuaron realizando por la noche, en silencio y sin ningún atributo religioso, su procesión, a la que se empezó a conocer como la procesión del silencio. La capilla fue restaurada nuevamente en 1881 y destruida, de nuevo, en 1908.
Hasta el día de hoy, en la noche del sábado al domingo siguiente al 15 de marzo, unas 10.000 personas de toda Holanda caminan rezando en silencio, siguiendo el recorrido de la histórica procesión. La silueta de una custodia adorna las paredes del nuevo museo.
Carmen Álvarez Santo Tomás. Holanda. Artículo originalmente publicado por Alfa y Omega