Negar la propia fe es una cosa muy seria, pero hay que tener misericordia con los que no tuvieron fuerzas para afrontar el martirio¿Pueden los cristianos recitar la Shahada islámica, el credo o profesión de fe de los musulmanes, para salvar sus vidas?
Esta pregunta la planteó un académico de historia y teología en la St. Paul’s University de Limuru y Nairobi, Kenia. A primera vista, la pregunta parece clara, apremiante y muy actual, en particular dadas las recientes masacres de cristianos por parte de extremistas islámicos en Kenia.
Tras una lectura más atenta, no obstante, la pregunta no es para nada tan simple. El autor menciona en su artículo a líderes cristianos de Kenia que sostienen que, para conseguir salvar sus vidas, los cristianos pueden recitar la Shahada. El autor del artículo se muestra en profundo desacuerdo.
Para empezar, queda claro que la pregunta no es puramente de carácter teológico, que sería: ¿contiene la Shahada algún elemento diametralmente opuesto a la fe cristiana?
La respuesta es tanto sí como no. La primera parte de la Shahada, “no hay más dios que Dios”, no es más problemática para un cristiano que la Shema de los judíos, “escucha, oh Israel, el Señor es nuestro Dios, el Señor es Uno” (Deuteronomio 6:4).
Los católicos romanos, y muchos otros cristianos, consideran que los judíos, cristianos y musulmanes creen en el mismo Dios (cf. Concilio Vaticano II, Lumen Gentium [Constitución Dogmática sobre la Iglesia] parte 16).
La segunda parte de la Shahada, “y Muhammad es el [el énfasis es mío] mensajero de Dios”, es mucho más problemática para los cristianos.
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No obstante, como decía, este no parece ser el propósito de la pregunta. La pregunta parece centrarse más bien en una cuestión de permisión.
La postura del autor al respecto parece clara, pues habla de recitar la Shahada para salvar la propia vida: “elegir renunciar a Cristo por el bien de la auto-conservación”.
Según el autor, recitar la Shahada para salvar la propia vida transmite que “mi fe en Cristo es una fe de conveniencia“, que tales cristianos son “egocéntricos” y “rezan al Señor un día y al día siguiente recitan el credo musulmán sólo para escapar del sufrimiento”.
La persecución saca lo mejor y lo peor en la cristiandad y a veces lo peor viene de los lugares más inesperados.
Durante los primeros cinco siglos de la Iglesia hubo dos movimientos importantes (declarados herejías) que lidiaron con los cristianos cuya fe no era lo suficientemente fuerte como para morir por ella.
Estos movimientos eran el Novacianismo (siglo III) y el Donatismo (siglo IV). Ambos movimientos fueron lo que se describió como rigoristas.
Para los novacionistas, los cristianos que abjuraban de su fe (llamados lapsi) no podrían volver a ser recibidos en la comunión con la Iglesia.
Los donatistas, aunque menos extremos que los novacionistas, seguían siendo muy duros con los cristianos descarriados aunque arrepentidos.
Lo que ambos movimientos tenían en común era el concepto de la Iglesia como una “Iglesia de santos, excluyendo a los pecadores”. En ambos casos, la Iglesia se mostró en desacuerdo.
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No deja de ser interesante e irónico que se produzca una discusión análoga en el islam. Al igual que el debate en la cristiandad, la cuestión para el islam viene de muchos siglos atrás.
En el islam, la cuestión se centra en la apostasía. Básicamente: ¿es la fe solamente un asunto de corazón o un asunto de observaciones externas?
Si una persona no reniega de verdad de la fe, aunque no viva según todos sus preceptos, ¿es dicha persona un infiel (kāfir) condenado al infierno?
Los Murji’ah, que datan de la primera generación del islam, y los seguidores de la Escuela Ashariyyah de jurisprudencia en el islam no consideran estos actos como apostasía.
Los musulmanes chiíes disponen de la categoría de taqiyya, que significa “disimulo, prudencia”, y permite a los creyentes negar su fe bajo una coacción extrema.
Algunas escuelas islámicas sunníes, sin embargo, como la jariyí, no tardaron en considerar a estos musulmanes como infieles y dignos de recibir muerte y condenación.
Es interesante que esta última escuela de pensamiento rigorista haya sido la escogida por muchos musulmanes yihadistas/salafistas contemporáneos y llevada al extremo por el ISIS.
Así que, en un irónico ejemplo de opuestos que se encuentran, la posición rigorista en el cristianismo tiene su análogo en la posición extremista contemporánea en el Islam.
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Sin embargo, en última instancia la cuestión debe abordarse como un asunto espiritual. Al igual que la investigación médica gira en torno a la sanación, toda la teología, sin importar cuán abstracta, debe girar en torno a la práctica espiritual.
Es también una cuestión del concepto de cada uno sobre la eclesiología o teología de la Iglesia. Es decir, si se concibe la Iglesia exclusivamente como la comunidad de “los santos, los puros y los heroicos”, entonces no hay lugar para tropiezos ni para debilidades.
Si, por contra, se concibe a la Iglesia como una comunidad tanto de santos como de pecadores, tanto de héroes como de débiles, si la Iglesia es —como la llama el papa Francisco— “el hospital de campaña tras una batalla”, entonces hay sitio para todos.
El Nuevo Testamento describe a Jesús como el que vino a llamar no a los justos, sino a los pecadores (Lucas 5:32), no a los sanos, sino a los enfermos (Marcos 2:17) y también lo describe como Aquel que quiere misericordia, no sacrificios (Mateo 9:13).
Los cristianos están padeciendo una terrible persecución en muchas partes del mundo. Con esto no nos referimos a discriminación o desprestigio, sino a la pérdida de la propiedad, de la familia y de la vida misma.
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Siendo sinceros, ninguno de nosotros sabe cómo reaccionaría ante la amenaza de una muerte violenta.
Estoy seguro de que esos “líderes y académicos cristianos (…) que dicen que no pasa nada si se recita la Shahada musulmana”, no lo dicen por decir, como si una opción fuera lo mismo que cualquier otra.
Son plenamente conscientes del tipo de situación en la que se encontraría una persona si ha de plantearse este dilema. Sospecho que algunos habrán tirado del antiguo razonamiento moral del “menor de los males“.
En cualquier caso, al margen de cómo se plantee la pregunta, el problema espiritual es muy profundo, a saber: ¿qué hacemos con las personas que no eligieron el martirio?
Casi desde sus primeros comienzos, los cristianos se han referido al martirio como un don. Si el martirio es un regalo, entonces tendremos que entenderlo como un regalo que no se otorga necesariamente a todo el mundo.
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Tal y como la historia del cristianismo ha demostrado en repetidas veces, entre el ideal y la realidad de lo que supone una fe heroica hasta la muerte hay una gran diferencia.
Los ha habido que han muerto antes que negar su fe y otros que no lo han hecho.
Que quede claro: negar la propia fe es una cuestión muy seria [n.d.e. Es uno de los delitos más graves que se pueden cometer, y su perdón está reservado a la Santa Sede. Sobre este tema, leer aquí].
En muchas ocasiones durante los Evangelios, Jesús habla de negar a los que le niegan (Mateo 10, 31ss; Marcos 8, 38; Lucas 12, 9).
No obstante, ese mismo Jesús dijo a Pedro que hay que perdonar no hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete (Mateo 18, 22). Dudo mucho que Jesús pusiera el listón más alto para los hombres que para el mismo Dios.
Por Elias D. Mallon, franciscano, experto en Antiguo Testamento y doctor en idiomas de Oriente Medio en la Catholic University of America. Publica artículos regularmente en las revistas America y ONE. Es también responsable de asuntos externos de la Catholic Near East Welfare Association (CNEWA), que apoya proyectos de caridad, educación, salud y desarrollo en Oriente Medio, Etiopía, Europa del Este y sur de la India.