Una historia sobre aquellos que los medios laicistas y los profesores marxistas calumnian llamando “crueles evangelizadores de los indios”El sacerdote Roque González (1576-1628) nació en una familia de la alta sociedad de Paraguay y se fue a trabajar entre los indios en Caaró, actualmente Río Grande del Sur (Brasil). Además de enseñarles los principios cristianos, el sacerdote formó núcleos de resistencia indígena contra la brutalidad practicada por una parcela de los colonizadores europeos.
Las reducciones, formadas por una plaza central con la iglesia, eran la escuela y otras administraciones dirigidas a orientar a los indios en el cultivo de la tierra, el trato de los rebaños y una serie de otras cuestiones económicas y sociales.
No sólo Roque, sino también los sacerdotes Afonso Rodrigues y João del Castillo, jesuitas, se dedicaban por entero a la misión de conversión y protección de los indios en un trabajo pionero y comunitario que se extendió por muchas regiones. Desgraciadamente, él encontró la oposición de gente avariciosa y envidiosa: entre esas personas estaba un shaman, que sintiendo avalado su liderazgo avivó a un pequeño grupo de revoltosos contra el misionero.
El 19 de noviembre de 1628, iba a ser inaugurada la campana de la iglesia en la aldea de los indios guaicurus, en Caaró. El pueblo se conglomeró alrededor y todo iba bien. Pero el asesinato de los sacerdotes Roque González y Afonso Rodrigues ya había sido planeado discretamente por el shaman de la aldea. Un pequeño grupo de revoltosos se mezcló con los fieles a la hora de la bendición. Cuando Roque se inclinó para levantar la campana, uno de ellos le propinó dos golpes de machete de piedra en la cabeza. El sacerdote Afonso fue víctima de la misma crueldad. Enseguida, el grupo prendió fuego a la iglesia, descuartizó los cuerpos de los dos mártires y los echaron al fuego.
Al día siguiente, volvieron para ver las ruinas. Del pecho del cuerpo del sacerdote Roque, parecía oírse una voz: “Hijos míos, aunque me maten, no me apartaré de ustedes”. Aterrorizado, el cacique mandó abrir el pecho del sacerdote para arrancarle el corazón. Le clavó una flecha de nuevo y lo arrojó al fuego.
El corazón de Roque, sin embargo, no fue consumido por las llamas. Algunos devotos lo recogieron intacto, fruto de un estupendo milagro, y lo guardaron. Hoy, el corazón de San Roque González está guardado en la Capilla de los Mártires del Colegio Cristo Rey, en la ciudad de Asunción, Paraguay, y es venerado como reliquia.
Los padres Roque González y Afonso Rodrigues (+15/11/1628) fueron martirizados en Caaró y el sacerdote João del Castillo (+17/11/1628) en Pirapó. Los tres fueron canonizados en 1988, con ocasión de la visita del Papa Juan Pablo II.
Artículo original publicado en portugués de Almas Castelos