Santa Paula, Chiara Lubich, … no se trata sólo de defender la diferencia, sino de descubrirla por dentro, y decidir vivirla Si se mira la Iglesia desde afuera, la impresión que recibimos de cada ceremonia vaticana, cualquier reunión de alto nivel que se ocupa del futuro, cualquier momento de comunicación con el exterior, es que estamos frente a un mundo rigurosamente masculino, en el que no existe colaboración con las mujeres.
Las mujeres –y se sabe bien que son muchas e indispensables en la vida de la Iglesia– no aparecen, no se oye su voz, y por lo tanto a menudo se deduce un poco apresuradamente que obedecen en silencio.
Afortunadamente, en cambio, no es así: no sólo en los años más recientes, sino en toda la historia milenaria de la Iglesia, la colaboración entre mujeres y hombres ha sido importante y fructífera.
Santa Paula, por ejemplo, puede jactarse de una historia de colaboración con Jerónimo precisamente en los albores de la vida cristiana: de su esfuerzo común nació la Vulgata, es decir, la traducción latina de la Biblia sobre la que ha sido fundada durante siglos la tradición escritural.
La página teológica de L’Osservatore Romano se abre este año a una nueva serie –las figuras femeninas en el Antiguo Testamento– que nos cuenta grandes acontecimientos de colaboración entre matriarcas y patriarcas, solidaria y a veces también conflictiva.
Recientemente, la creciente autonomía alcanzada por las mujeres en la vida social ha favorecido el nacimiento de nuevas e interesantes formas de colaboración.
Pensamos por ejemplo en la estrecha relación entre Hans Urs Balthasar y Adrienne von Speyr, médico y mística, de la cual nacieron importantes e innovadores escritos teológicos.
Y no podemos olvidar a la fundadora del movimiento de los Focolares, Chiara Lubich que, además de ser la primera y hasta ahora única mujer que fundó un movimiento eclesial, ha enfocado toda su organización en la colaboración entre mujeres y hombres, negándose a través de los años con gran creatividad en muchos sectores.
La propuesta de Lubich es claramente la de una Iglesia que sea fundada en la colaboración entre mujeres y hombres, una Iglesia que haga de la diferencia entre los sexos su fuente de riqueza, y el movimiento que fundó se propone como ejemplo profético.
En el último número del periódico vaticano se presentan otras experiencias vivas que hoy están en creciente colaboración entre los sexos, pero también historias del pasado, importantes porque revelan las raíces antiguas de este trabajo conjunto, en la Iglesia y para la Iglesia.
Actuar es muy importante, porque es el primer paso para pensar en una Iglesia más viva y cálida, una Iglesia que no se limite a defender la diferencia, sino que la descubra por dentro, y decida finalmente vivirla en todas sus formas vitales.
Por Lucetta Scaraffia