En un artículo publicado en 1939, el educador estadounidense Abraham Flexner explicó los riesgos de canjear la curiosidad por el pragmatismo
En una era obsesionada con la eficiencia, la practicidad y la productividad, el espacio para el conocimiento abstracto, para el saber por el saber mismo y para el tipo de curiosidad y ocio productivos que permiten la forja de nuevas ideas está, en buena medida, bajo amenaza.
Sin embargo, esta preocupación no es nueva (lo cual no quiere decir que nuestros tiempos sean necesariamente mejores o peores que otros). En “La utilidad del Conocimiento Inútil”, un artículo publicado en 1939 en una edición de Harper’s, el educador estadounidense Abraham Flexner explora nuestra tendencia a la mera practicidad para terminar favoreciendo a la curiosidad por encima del pragmatismo, contrastando los deseos de sus contemporáneos con aquellos de quienes hicieron los más radicales descubrimientos a lo largo de la historia.
En el texto, cuyo PDF se puede descargar en el inglés original en esta edición online de Harper’s Magazine, Flexner escribe:
“escuchamos decir con cansina insistencia que la nuestra es una era materialista, cuya preocupación inicial debería ser la cada vez mayor distribución de bienes materiales y oportunidades mundanas. El lamento justificado de aquellos que, sin que sea su culpa, se ven privados de oportunidades y de una buena parte de bienes materiales se convierte entonces en un cada vez mayor número de estudiantes en las áreas que sus padres a su vez estudiaron, en las no menos importantes ciencias sociales, económicas y políticas. No tengo problema alguno con esta tendencia. El mundo en el que vivimos es el único mundo del que pueden dar cuenta nuestros sentidos. Y a menos que hagamos de él un mejor mundo, un mundo más justo, millones seguirán yendo a parar a sus tumbas en silencio, entristecidos y amargados. Yo mismo he pasado muchos años rogando que nuestras escuelas se hagan más conscientes del mundo en el que sus estudiantes y pupilos están destinados a pasar sus vidas. Pero ahora a veces me pregunto si esa corriente no se ha vuelto demasiado fuerte, y si acaso no habría suficientes oportunidades para vivir una vida plena si el mundo se vaciase de algunas de las cosas inútiles que le otorgan su significado espiritual; en otras palabras, si nuestra concepción de lo que es útil no se ha hecho demasiado estrecha, como para poder adecuarse a las caprichosas posibilidades del espíritu humano”.
Esta queja, también, es un leit-motiv de la historia humana. Como señala el profesor de biología Stuart Firestein, de la Universidad de Columbia, en su artículo “Ignorancia: cómo dirige las ciencias”, la mayoría de las aplicaciones para obtener subsidios para la investigación científica son hoy día rechazadas por ser “guiadas por curiosidad”, utilizando el término en sentido peyorativo cuando, irónicamente, debería tratarse de una de las más profundas motivaciones del espíritu científico