Un grupo de estudiantes de instituto de Boston ha encontrado una forma de practicar la obra de misericordia corporal número siete: enterrar a los difuntos. Y no hay nadie que les agradezca de verdad su servicio.
Mike Pojman, subdirector de la escuela para chicos Roxbury Latin School, encontró inspiración en un programa de su alma mater, el instituto St. Ignatius High School de Cleveland, para hacer que sus estudiantes hicieran labores de portadores y acompañantes [de difuntos] en los funerales de personas que habían fallecido sin ser reclamadas por ningún familiar.
Si no fuera por los chicos del Roxbury Latin, estos difuntos no tendrían a nadie que les acompañara en su viaje final. Muchos de ellos son enterrados en tumbas anónimas de un cementerio de la ciudad.
Pojman se dirigió a una funeraria, Lawler and Crosby, en busca de ayuda y consejo. Lo que no sabía es que esta es una de las pocas funerarias del estado que intervienen para ayudar en este tipo de entierros, según informó National Public Radio.
Cuando no hay miembros de la familia ni voluntarios disponibles, entonces [Robert] Lawler es el único que dice una oración al pie de la sepultura. Lleva haciendo esto 48 años, así que valora el efecto que tiene en personas como el estudiante de último año de Roxbury Latin, Noah Piou, de 17 años. La ceremonia en honor a Nicholas Miller era el primer funeral al que asistía.
"Ha sido la primera ocasión que estaba de verdad en presencia de algún tipo de muerte, y me sentía como si no tuviera palabras", explicó. "No había conocido al señor Miller, pero a pesar de eso creo que establecí algún tipo de conexión con él, pude sentirlo".
Miller murió solo en septiembre. No se le encontró ningún pariente.
"Creo que es algo que les conmueve a todos, pueden reflexionar sobre el hecho de que hay personas, como este caballero, que probablemente conocieron a cientos o miles de personas durante su vida y que, cuando todo acaba, no hay nadie junto a ellos", dice Pojman. "Algunos dijeron: 'Tengo que asegurarme de que esto no me pase a mí'".
Los estudiantes, con chaqueta y corbata, cargan con el sencillo féretro de madera y toman parte en un breve homenaje. Leen juntos, en grupo:
"Querido Señor, gracias por abrir nuestros corazones y mentes a este acto de misericordia corporal. Estamos aquí presentes para dar fe de la vida y fallecimiento de Nicholas Miller".
"Murió solo, sin familia que lo confortara".
"Pero hoy nosotros somos su familia; estamos aquí como hijos suyos".
"Es un honor para todos nosotros estar juntos ante él, para conmemorar su vida y para recordarle en la muerte, y encomendamos su alma al descanso eterno".
Aunque Roxbury Latin no es una escuela católica, se unen al Instituto St. Ignatius y a la Universidad de Detroit, Instituto y Academia Jesuita para llevar a cabo el servicio.
Tras la breve ceremonia a pie de tumba, en la que cada uno de los estudiantes lee poesía o algún verso de las Escrituras y deposita flores, los muchachos de Roxbury Latin vuelven a su furgoneta camino de la escuela, a tiempo para su próxima clase.
Pero lo que han aprendido haciendo este tipo de servicio probablemente les acompañará durante toda su vida.
"Sé que ahora voy de vuelta a la escuela a hacer otro examen", dice Brendan McInerney, de 18 años, "pero uno puede perderse absorto entre tanto trabajo. (…) Cuando sales de esa burbuja en la que estás inmerso, consigues tener perspectiva de lo que de verdad importa en la vida".