El “estilo de Dios no es el estilo del hombre”, porque “Dios vence” con la humildad, como demuestra el final del más grande de los profetas, Juan Bautista, que le preparó el camino a Cristo para luego hacerse a un lado.
Es el comentario al Evangelio del día del papa Francisco, durante la homilía de la misa celebrada en la Casa de Santa Marta del Vaticano.
“El más grande” de los hombres, el “justo y santo” que había preparado a la gente para la llegada del Mesías, termina siendo decapitado en la oscuridad de una celda, solo, condenado por el odio vengativo de una reina y la cobardía de un rey.
El último profeta
Y, sin embargo, “Dios vence”, comenta el papa Francisco, al releer en la homilía, el Evangelio que cuenta el final de Juan Bautista.
“Juan Bautista. ‘El hombre más grande nacido de mujer’: así dice la fórmula de canonización de Juan.
Pero esta fórmula no la dijo un Papa, la dijo Jesús. Ese hombre es el hombre más grande nacido de mujer. El santo más grande: de esta manera fue canonizado por Jesús.
Y termina en la cárcel, degollado, y la última frase parece también de resignación: ‘Los Discípulos de Juan, supieron del hecho, fueron, tomaron el cuerpo y sepultaron’.
Así termina ‘el hombre más grande nacido de mujer’. Un gran profeta. El último de los profetas. El único al que le fue concedido ver la esperanza de Israel.
El tormento del más grande
Francisco no se detiene en la evidencia de los Evangelios e intenta entrar en la celda de Juan, escrutar en el alma de la voz que gritó en el desierto y bautizó a la multitud en el nombre de Aquel que debe venir, y que ahora está encadenado no sólo al hierro de su cautiverio sino probablemente, considera el Papa, también a las cadenas de la incertidumbre que lo consume a pesar de todo:
Humildes “hasta el final”
“Disminuir, disminuir, disminuir”, así “fue la vida de Juan”, repite Francisco. “Un grande que no buscó su propia gloria, sino la de Dios” y que terminó de una manera “tan prosaica, en el anonimato”.
Pero con esta actitud suya, concluye el papa, “preparó el camino para Jesús”, que de manera similar “murió en la angustia, solo, sin los discípulos”: