Es una tierra que en muchos sectores ya es una Iglesia pobre para los pobresRecuerdo con claridad el 13 de marzo de 2013, día en que los cardenales eligieron al actual Obispo de Roma. Recuerdo haber estado de pie en una cafetería abarrotada alrededor de una pequeña televisión. El cardenal Jean-Louis Tauran dio el anuncio y yo me encontraba junto a un amigo argentino:
-¡Che! ¿Ha dicho Bergoglio? ¡Ha dicho Bergoglio! ¡Es argentino!
Sin exagerar, confieso que ese día tuve los ojos llorosos, en primer lugar, por lo que significa el papado, la continuación en línea directa de apóstoles de Jesucristo; en segundo lugar, porque sabía que esta decisión del colegio cardenalicio estaba llena de significados:
Se aceptó que la Teología Latinoamericana ha logrado un punto de madurez en hombres como Bergoglio que la hace no sólo aceptable, sino sumamente útil para la misión de la Iglesia.
Se reconoció la fuerza del Documento de Aparecida (de cuya redacción se encargó el actual Papa) no sólo para Latinoamérica y el Caribe, sino para la Iglesia universal.
Se afirmó también el acierto de poner a los que sufren en el centro de nuestra atención, de que quien está junto al pobre no se equivoca.
Francisco inició como Jesús, siendo provocativo por la Verdad de su mensaje. Dijo al mundo a los pocos días de su pontificado aquella frase que hoy forma parte del Magisterio de la Iglesia: “quiero una Iglesia pobre para los pobres” (Evangelii gaudium, 198).
¿Qué tiene que ver todo esto con el viaje del Papa a México? Que no podemos olvidar la historia de quien desea encontrarse con nosotros para que confesemos juntos la fe, parafraseando al mismo Francisco en su mensaje video-grabado previo a su visita.
México es un país de gente sencilla, azotado por el mal de la pobreza, de la marginación, de la violencia, de la corrupción. Es una tierra que en muchos sectores ya es una Iglesia pobre para los pobres, aunque nos falta mucho por andar.
Acá Francisco se sentirá como un pez en el agua, porque sabe hacerse pueblo con el pueblo, porque, a pesar de que solamente ha pisado suelo mexicano en dos ocasiones, predica un rostro del Evangelio que encaja en nuestra realidad, que nos hace falta.
Si hay una razón por la que me emociona este acontecimiento es porque sabemos que el Obispo de Roma es un buen samaritano que nos sacará de nuestras comodidades para invitarnos a ir hacia las llagas abiertas de las periferias mexicanas.
Me emociona porque nos hace mucha falta el ejemplo de cristianos cabales que nos insistan en el punto central del Evangelio: darlo todo por el prójimo, en nombre de Dios y de su Reino. ¡Me emociona porque él nos transparenta ese Reino!