Con su lenguaje sencillo, directo e incluso poético, el papa Francisco ha hablado a uno y hablado a todos al mismo tiempo en MéxicoEste fue el resultado de tan grandioso viaje de Papa Francisco a tierras aztecas, al menos a título personal me pareció que la fe cristiana ha resucitado y se ha renovado en cada palabra de “Papancho”, uno de los tantos títulos “nobiliarios” que se ha llevado nuestro querido Francisco, propios del folklore e irreverencia de nuestra cultura.
Y es que entender al pueblo mexicano, incluso siendo parte de él, resulta altamente complejo; el mundo, nos ha reducido a un pueblo lleno de violencia, narcotráfico y corrupción, larga es la lista de pecados que nos señalan.
Sin embargo México es mucho más que la nación del narco y la violencia difusa como nos han señalado tantas veces.
Nadie podrá negar que México está fragmentado y lastimado, dentro de todos los ámbitos sociales; como nación parecemos caminar siempre en sentido contrario o a veces antagónico, unos contra otros; somos un mosaico de identidades perdidas y miradas que difícilmente se encuentran, como alebrijes sin rumbo.
Pero también México es un país donde hay gente que guarda esperanza y que tiene una fe inexorablemente firme y también gente que aun sin ser creyentes, trabajan y se esfuerzan por construir una sociedad mejor, más humana.
Papa Francisco ha entendido y conoce la diversidad, la división y violencia que hay en nuestro pueblo, sin embargo creo ha quedado sorprendido del amor, la fidelidad y el colorido de nuestra nación, el misionero de paz y misericordia como se hecho llamar para este viaje, ha quedado perplejo de la fe, el ánimo y el cariño de nuestro pueblo.
Para cualquier extranjero puede resultar difícil entender esta curiosa mezcla, entre la desgracia y la fiesta, donde hay un pueblo lastimado pero a la vez lleno de esperanza.
Los lugares y temas elegidos han sido un mensaje intenso y de claro confortamiento personal y social, ha tocado las raíces de los males de la sociedad nacional y cada mensaje se podría adaptar para cada persona a nivel individual pero también para todo mexicano, en su conjunto, como nación, esta abstracción dirigida de Francisco, es muy singular, porque con su lenguaje sencillo, directo, claro e incluso poético, ha hablado a uno y hablado a todos al mismo tiempo.
Francisco vino a deleitarnos con palabras evangélicas de amor, de autoridad y ánimos de renovación; Papa Francisco es la imagen de la Iglesia que queremos, abierta a la escucha, que sabe acoger, de espíritu inagotable y amor ilimitado.
Pero también representa a una Iglesia activa en los corazones de los hombres, que es capaz de renovar a través de Jesús lo más profundo de cada ser.
Papa Francisco ha hecho su labor, ser misionero de paz y misericordia, ha encendido los corazones de millones de católicos y no católicos, nos ha recordado y puesto al centro tantas personas que como pueblo habíamos descartado y olvidado.
Cada palabra, cada mensaje que ha recitado, no debe quedarse en la euforia del momento.
Es un orgullo ser integrante de la Comunidad de San Egidio y encontrar en nuestro obispo de Roma, (como ha pedido ser nombrado) una identidad como pueblo de Dios que nos anime y dé esperanza, que nos consuele, pero que nos dé fortaleza para seguir en el camino de la oración, de la paz y los pobres, siendo hermanos de aquellos cuyo dolor debe ser sanado por la más grande cura de cualquier mal existente: el amor y la misericordia de Dios, y donde el descarte sea lo único descartado.
Tanto es de lo que podríamos hablar, sin embargo hablemos menos y actuemos más, seamos buenos discípulos de Jesús y sigamos el ejemplo de papa Francisco, transformemos nuestras vidas para ser misioneros de paz y misericordia.
Y que las palabras de #Papancho queden grabadas en nuestros actos diarios.
No sé ustedes, pero yo, quedé EmPapado…