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Defender la tierra cada vez cuesta más vidas en Brasil

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Pablo Cesio - publicado el 24/02/16
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11 años después del asesinato de Dorothy StangA las nueve de la mañana del día 12 de febrero de 2005 la hermana Dorothy Stang caminaba junto a una campesina colaboradora leyendo la Biblia mientras se dirigían a una reunión del Proyecto de Desarrollo Sostenible La Esperanza.

Durante el trayecto dos terratenientes locales la asaltaron y la amenazaron, ante lo cual Dorothy alzó la Biblia en señal de gesto de paz. En ese momento uno de ellos sacó una pistola y le disparó un tiro. La acompañante salió corriendo mientras escuchaba otros cinco balazos que se descargaban sobre Dorothy.

A partir de ese momento fueron muchas las voces que se alzaron contra aquella situación de impunidad, principalmente por la manera con la que se llevó a cabo con respecto a una religiosa de 74 años nacida en Estados Unidos y naturalizada brasileña que dedicó la mayor parte de su vida a los pobres de ese país.

Once años después, numerosas familias de agricultores de Anapú (Brasil) se reunieron para recordarla “ya que era una amiga fiel y cercana a sus problemas, así como una conocida religiosa por su coraje y disponibilidad”, tal cual publica la agencia Fides.

Sin embargo, a pesar de esta muerte, los homicidios en Brasil por la tierra siguen creciendo.

“El Ángel del Amazonas”

La religiosa, que pertenecía la Congregación de Notre Dame, trabajó durante más de 20 años dedicada a la Comisión Pastoral de la Tierra (CPT), con especial predilección por la vida de los trabajadores del campo, principalmente en la región Transamazónica del estado de Pará.

También se dedicó a la evangelización en Anapú en la parroquia del Estado amazónico brasileño de Pará.

Entre su labor más destacada se menciona la promoción del desarrollo comunitario y su defensa de la selva contra la desforestación y la aniquilación de la comunidad amazónica.

Luego de continuas denuncias de acción violenta de los ganaderos y terratenientes locales que duraron años, empezó a recibir numerosas amenazas de muerte.

La mañana de aquel 12 de febrero no fue una más para Dorothy. En aquel día abrazó el martirio. Años más tarde su memoria y su obra siguen inspirando a la comunidad de Anapú.

Además, “se convirtió para la Iglesia católica en un símbolo de la nueva pastoral que de alguna manera incide en la sostenibilidad ecológica”, según indica una reseña de la comunidad de Vida Cristina CVX-Galilea.

Todos los años, luego de aquel día, su comunidad religiosa junto a los pobladores locales y de zonas vecinas realizan una peregrinación hasta el lugar donde fue encontrado su cuerpo y realizan una oración.

En 2008 recibió un premio póstumo de Naciones Unidas sobre Derechos Humanos y hasta se ha rodado un documental y escrito una ópera con lo que se ha ganado el título apelativo de “El Ángel del Amazonas”.

La pastoral de la Tierra

Esta pastoral fue promovida por el episcopado brasileño y de alguna manera junto al trabajo de Dorothy fue pionera en lo que respecta a la integración de la cuestión medioambiental en la pastoral social.

Desde su lugar en la CPT se dedicó a denunciar la ilegalidad de la tala de la selva del Amazonas utilizada en provecho de grandes empresas y terratenientes.

Con el lema “El fin del bosque es el fin de nuestra vida”, a menudo impreso en una remera de algodón que la hizo famosa, desarrolló una intensa campaña para defender la selva, particularmente las especies más exóticas como la caoba, el cedro y el jatobá.

En esa zona donde desarrolló su tarea evangelizadora, existe desde hace años un conflicto abierto de lucha por la tierra contra los terratenientes.

Por ejemplo, un gran número de los asesinatos en Brasil de parte de los terratenientes contra los que se oponen porque les restan poder se producen ahí, en Pará.

En actualidad los crímenes se multiplicaron

Los autores intelectuales del crimen contra Dorothy fueron condenados por la Justicia local, pero los crímenes, así como las condiciones de violencia, la destrucción de la selva amazónica y la extrema pobreza en el lugar prosiguieron.

Antes de morir, tanto Dorothy como sus colaboradores fueron víctimas de múltiples amenazas de muerte. Por ejemplo, en 2004 denunció 10 de ellas ante la justicia local, pero la policía no respondió a través de alguna medida o investigación.

Si bien en varias oportunidades como ciudadana estadounidense tuvo posibilidades de marcharse y liberarse de las amenazas, su compromiso cristiano fue más fuerte.

“No quiero marcharme, no quiero abandonar la lucha de estos campesinos que viven sin ninguna protección en la selva. Ellos tienen el derecho sacrosanto de aspirar a una vida mejor en la tierra en la que viven y en la que trabajan con dignidad y respetando el medio ambiente”, expresó alguna vez

En tanto, recientemente hubo crímenes en la localidad brasileña Eldorado de Carajás y de alguna manera con razones similares a las que llevaron a la muerte de la hermana Dorothy.

Según la Comisión Pastoral de la Tierra (CPT), en 2015 el número de muertes derivadas de conflictos en las zonas rurales fue el más alto en los últimos 12 años en Brasil, con 49 muertes registradas, sobre todo en la región del Norte.

Igualmente, la CPT advierte que los datos son incompletos y podrían subir, ya que todavía se está recogiendo la información.

Según confirmó la agencia Fides, sólo el año pasado, el número de muertes por conflictos por la tierra fue el más alto desde 2003, cuando se contaron 73 asesinatos.

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