Cuando 8 millones de personas no importanCuando el papa Francisco –en la homilía de la misa en la catedral de San Cristóbal de las Casas, Chiapas—pidió perdón a los indígenas de México y con ellos a los de toda la región de América Latina y El Caribe, sabía que son ellos, los antiguos dueños de estas tierras, los que más duramente sufren la cultura del descarte.
Recientes investigaciones realizadas por alumnos y profesores de la Maestría en Periodismo sobre Políticas Públicas del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE) y el portal web Animal Político, con el apoyo de la Fundación W.K. Kellogg, revelan la discriminación que padecen las comunidades indígenas en materia de acceso efectivo a los servicios de salud en México.
Con ser uno de los más avanzados de la región, el sistema de salud de México presenta aún muy claras deficiencias que padecen millones de usuarios, sobre todo de la seguridad social y de la seguridad al servicio de los trabajadores del Estado, así como de los beneficiarios del Seguro Popular: faltan medicinas, doctores y camas, la atención es deficiente,…
Los que llevan la peor parte
Sin embargo, para los ocho millones de mexicanos que hablan alguna lengua indígena, desde el náhuatl hasta el maya, desde el huasteco hasta el otomí (hay poco más de 60 lenguas vivas en México) no sólo hay fallas y carencias, sino también discriminación.
“Son ellos los que tienen los hospitales más lejos, los que son atendidos por los doctores peor calificados o los que tienen menos acceso a medicinas”, revela este estudio sobre la discriminación que padecen las comunidades indígenas en materia de acceso efectivo a los servicios de salud.
Los indígenas, para ser reincorporados –como pidió el papa Francisco—al desarrollo y al progreso de la nación (aunque este sea, por lo pronto, raquítico en México), tienen que enfrentar condiciones de igualdad con el promedio de los mexicanos que hablan castellano.
Y un paso necesario (mas no suficiente) es el acceso a servicios de salud en condiciones de igualdad. Porque, por ahora no es así.
Dos ejemplos: un niño indígena tiene 2,5 veces más posibilidades de morir antes de cumplir los 5 años que un niño no indígena y, si a nivel nacional hay una unidad médica por cada 2.645 mexicanos, en estos municipios hay una por cada 3.445 habitantes.
Si vamos graves, nos morimos en el camino
En el documental que acompaña la investigación llamada Cuando 8 millones de personas no importan, una muchacha indígena de las que, seguramente, pudieron vitorear al Papa, que vive en una comunidad de Los Altos de Chiapas, dice que si se enferman “nos llevan a San Cristóbal” y ahí los curan; pero que si se enferman muy graves, se los llevan para que mejor se mueran en el camino…
Así las cosas, el reclamo del Papa en San Cristóbal queda en el aire. Toca a los mexicanos y a sus gobiernos que no todo haya sido folklore y jolgorio en la venida del papa Francisco a estas tierras.