La tecnología lleva progreso, seguro, pero ¿qué progreso queremos?-¡Eh, señora! ¡Cuidado! ¡Por poco la atropellan!
-¡Uy, sí, chico qué susto! Iba bien distraída con el móvil. Si no llega a ser por ti…
-Si no hubiera sido por mí, posiblemente el móvil, hoy, lo habría sido todo para usted, señora.
Ni siquiera estos días que en Barcelona se celebra el Mobile World Congress (MWC), el móvil posiblemente no lo es todo, a pesar de que lo proclame así el eslogan de este año de este celebrado acontecimiento.
Una cumbre tecnológica de esta magnitud pone en juego muchos intereses, despierta una enorme expectación, levanta recelos y al mismo tiempo propicia elementos de reflexión.
De entrada, manifiesto mi buena convivencia con las nuevas tecnologías. De ahí mi comprensión hacia la señora que casi muere atropellada por una sobredosis de móvil.
La sociedad red forma parte de nuestra cotidianidad. Es difícil, a estas alturas, dudar de que internet y todo lo que gira alrededor de las tecnologías de la información y la comunicación, han dado un giro a los fundamentos de la sociedad donde vivimos.
El congreso que estos días se celebra en Barcelona nos ofrece muestras fehacientes y además nos muestra las últimas novedades, exponiendo lo que ya es posible y dejándonos vislumbrar todo lo que lo será muy pronto.
La globalización la llevamos en la palma de la mano, en un rectángulo de 14,7 centímetros.
Llevamos el Smartphone aferrado casi las 24 horas del día, como aquel que quiere abarcar una vida que nos sobrepasa.
El bolsillo está lleno de noticias, acontecimientos y desgracias que acaban de suceder en todo el planeta. El bolso lleno de mensajes, tareas, citas y compromisos que nos esperan a la vuelta de la esquina.
Una sinfonía de sonidos, avisos, recordatorios y alarmas emerge del fondo de los recipientes más inimaginables. Siempre conectados, ¿siempre comunicados?
La red nos ofrece cada vez más opciones de comunicación. ¿También de comunión, de convivencia?
Realidad virtual
Una de las estrellas de este MWC es la realidad virtual. Valoro las posibilidades que esta tecnología ofrece a campos tan trascendentales como la formación y el aprendizaje, entre otros.
La realidad virtual nos permite, por ejemplo, esquiar sin hacerlo, sin arriesgarnos a sufrir ningún golpetazo de verdad. En todo caso los trompazos serán sólo virtuales. ¿Y el frío? ¿Y el sol? ¿Y el aire de la montaña?
La vida no puede ser sólo virtual. Arriesgar es parte esencial de la vida, y las caídas, y las heridas y las rupturas constituyen el curriculum necesario para ser contratados en el oficio de la vida.
No me conformo con hacer un café sin hacerlo. Prefiero compartir un buen rato, oliendo el aroma del café y charlando, con alguien de carne y hueso. Debatir, dialogar, discrepar, arriesgar, compartir, en vivo y en directo.
Internet de las cosas
Otro tema estelar del MWC es el internet de las cosas. Una realidad que ya empieza a invadir muchos rincones de nuestra vida y… continuará haciéndolo.
Que la nevera se ponga en contacto con el supermercado y me ahorre el dolor de cabeza de pensar en lo que tengo que comprar puede ser útil. O no.
Que cuando llegue a casa me encuentre con las luces encendidas, la lavadora funcionando cuando la tarifa eléctrica es más baja, la música puesta y la calefacción encendida sin que haya tenido que hacer ningún esfuerzo, puede ser interesante. O no.
Puede estar bien tenerse que preocupar menos de las cosas, si eso nos permite ocuparnos más de las personas.
El hecho de que las cosas que me rodean se pongan de acuerdo entre ellas de una forma aparentemente inteligente me da un cierto miedo.
Reconozco lo que comporta de elemento facilitador para la vida, que puede favorecer también a las personas con limitaciones: gente mayor, con movilidad reducida, con discapacidad,…
¿Servirá para sentirnos más cerca? ¿Nos regalará tiempo que podremos dedicar a los que nos rodean? ¿O más bien nos hará entrar en una espiral cada vez más exigente?
Minerales “negros”
Muchas de estas “maravillas” del “progreso” (perdonad tantas comillas, pero…) son posibles gracias, entre otras cosas, a una serie de minerales que llevamos –seguramente sin saberlo- en el bolsillo, escondidos en las entrañas del móvil.
Oro, estaño, wolframio, cobre y coltán. La extracción de estos minerales está convirtiéndose en un elemento más que agrava la deuda entre los países menos desarrollados y los países ricos.
Deuda ecológica por la explotación de unos recursos naturales y humanos en los países de origen. Deuda económica que perpetúa la injusticia internacional. Deuda social que genera situaciones de violencia en la lucha por estos recursos en países como la República Democrática del Congo, que posee los yacimientos más importantes de coltán a nivel mundial.
La sociedad red no globaliza la fraternidad, mientras engorda la máquina de la desigualdad.
Un evento de la magnitud del MWC puede ser siempre una oportunidad para pararnos a pensar en cómo aprovechamos los avances tecnológicos para construir un mundo cada vez más humano.
Ayudará a esta reflexión el Mobile Social Congress que se celebra en paralelo.
La presencia dentro del mismo MWC de entidades como la Cooperativa Eticom o la Fundación iWith, entre otras, son también chispas de aire fresco en el mar del mercado salvaje.
Pequeñas semillas críticas que intentan hacer de contrapeso en el alud de lucecitas que focalizan una parte de la realidad como si fuera el todo.
La tecnología lleva progreso. Seguro. Pero, ¿qué progreso queremos? ¿Cómo podemos globalizar la solidaridad, la fraternidad? Mobile is not everything?
Por Francesc Brunés
Artículo publicado originalmente por la revista Ciutat Nova. Traducción al español realizada por Aleteia.