Las crisis, muchas veces profundas, se solucionan si uno cuenta, habla y se deja ayudarEn la tentación se da una búsqueda ansiosa de alguien o de algo que nos rescate, mucha angustia por querer salir de la situación de tentación. El tentador atenta contra la paciencia, busca desestabilizar emocionalmente.
Tenemos la sensación de que ninguna cosa nos ayuda. Todo se vive como si se volviera en contra, como si fuera un enemigo de varios rostros, como una legión a veces de acciones contrarias.
El sacerdote chileno Alberto Hurtado, santo, en su experiencia en Europa, cuando está experimentando el llamado a esta obra grande del Hogar de Cristo, dice describiendo lo que pasa por su corazón cuando no se entiende, posiblemente ni el mismo entendiera lo que estaba pasando: “Tengo la sensación que todos los diablos están contra mí”. Esta impresión de que todo está en contra.
A veces, yendo por la vida es como si hubieran cambiado la flecha de dirección de la calle sin avisar y de repente todos los autos se vienen de frente.
Entonces surge el mutismo, el sentir que nada ni nadie nos ayuda, que de aquella no salimos, que estamos hasta las manos, que no vamos a salir adelante.
Por otra parte no muestra el rostro y dice: ni abras la boca, ni grites, te amordaza. Ignacio de Loyola dice que es como un vano enamorado que busca no decir el secreto, no contar, porque si se entera el dueño de la esposa “cobra”.
Entonces hace así con nosotros y nos invita al silencio porque si denunciamos su estrategia y su mala intención quedaremos al descubierto.
El solo hecho de abrir la boca, de gritar, de contar, de decir la tentación o el consejo bueno de una persona que discierne, basta para desarmar y desvanecer lo que aparentemente era algo tremendo.
Es como cuando en esas tormentas de verano de repente en el medio de todos los rayos, el viento, el sacudón de la naturaleza, comienza a soplar una brisa suave, sale el sol y de repente todo se fue.
Así el buen espíritu, con su suavidad, con su presencia, va limpiando las nubes que atentan contra nosotros.
Las crisis, muchas veces profundas, se solucionan si uno cuenta, habla y se deja ayudar.
En otras basta una pequeña crisis pero cerrada y enmudecida, sin abrir el corazón, para que comience la debacle de la vida.
La tentación es progresiva en el deterioro y homicida en la intención. No empieza fuertemente, empieza levemente y se hace fuerte. Ignacio dice que hay que frenar su acción apenas comienza y detectar a dónde va su intención.
La tentación se vence enfrentándola desde el inicio. Si no, es como una bola de nieve que comienza chiquito y después se agranda.
Los monjes medievales tenían esta expresión que dice que a los enemigos es mejor matarlos de recién nacidos, antes de que crezcan. Hablamos de enemigos espíritus, no de personas, sino de los malos pensamientos, las malas inclinaciones.
Las personas, en la vida espiritual crecemos si conocemos las tentaciones y las vamos venciendo apenas aparecen, apenas nacen.
Muchas veces, a partir de una falsa razón inicial, como una primera y sutil trampa, se llega a la conclusión falsa que todo lo debilita a partir de prejuicios, de espíritu de sospecha, de mirar de reojo, de no creer lo que el otro dice.
No olvidemos que el mal espíritu es homicida, va argumentando en argumentos iniciales con una razón pequeña pero termina aniquilando las elecciones de estados de vida.
Fragmento de un artículo publicado por Radio María Argentina