La espada no pertenecía al legendario rey Arturo, sino a San Galgano Guidotti
A treinta kilómetros al suroeste de Siena, entre las colinas de la Toscana, se encuentran las ruinas de una antigua abadía gótica cisterciense. En una de las capillas cercanas se encuentra una de las más excepcionales reliquias de la Edad Media: la espada de San Galgano.
La pregunta obligada del turista que visita Siena es, generalmente ¿qué puedo ver en los alrededores de la ciudad, aparte de las villas desperdigadas por las colinas de la Toscana?
Nuestra respuesta es “visite la villa de Chiusdino”. Y esto, básicamente, por tres razones: por su magnífica arquitectura medieval, por sus festivales de ópera al aire libre, y para conocer la verdadera espada en la piedra.
Sí: la espada de San Galgano está hundida hasta la empuñadura, en una piedra que se conserva en la capilla de Montesiepi, en Chiusdino.
La historia de San Galgano ha sido recientemente recopilada por el académico italiano Mario Moiraghi –quien realizó una serie de estudios histórico-literarios comparando la historia del santo con las leyendas de Percival y Arturo-. Además, temiendo que la espada fuese una falsificación relativamente reciente, un equipo de la universidad de Pavia realizó una serie de estudios en varias muestras del material de la espada y, en efecto, el arma data del siglo XII.
Más aún: un par de manos momificadas, que se dice pertenecieron a alguien que intentó extraer la espada de la piedra, también han sido sometidas a exámenes, con los mismos resultados.
Es decir, que el llamado “caso de la Excalibur italiana” es auténtico.
¿Quién fue San Galgano?
Hijo de un señor feudal analfabeto, Galgano era bien conocido por su arrogancia, su egoísmo y su sed de problemas, hasta el día en el que tuvo una visión en la que San Miguel Arcángel le invitaba a asumir otro tipo de vida.
Ni corto ni perezoso, Galgano decidió que se haría ermitaño. Mientras subía la montaña en la que se dedicaría a la contemplación, una voz le dijo que tenía que abandonar todo trazo de vida licenciosa, a lo que el santo respondió: “sería más fácil cortar una piedra con esta espada que hacer eso”.
Para su sorpresa, cuando fue a clavar su espada en la roca, para probar su punto, la espada se hundió sin problemas. Frente a la espada, Galgano se arrodillaría a orar durante el resto de su vida eremítica. Cuatro años después de su muerte fue canonizado, y una capilla fue construida alrededor de la espada, en el año 1189: la llamada “Rotonda della Spada”.
Hoy día, quienes visitan las ruinas de la Abadía de San Galgano en el verano, pueden aprovechar de escuchar Aída, Cavalleria Rusticana, El Barbero De Sevilla y otras piezas no pertenecientes al repertorio operático en los espacios sin techo de la antigua abadía, bajo un cielo estrellado, rodeados de arquitectura medieval. Difícilmente se hallará un mejor escenario para una función.