Una pintoresca película protagonizada por Kate Wintsley más divertida de lo que uno podría esperar Vaya por delante, La modista no es lo que parece. La película de Jocelyn Moorhouse nos cuenta la historia de Tilly Dunnage (Kate Winslet), una glamourosa modista que tras años recorriendo el mundo regresa a su pueblo natal, una polvorienta aldea en el corazón de la Australia de los 50 para poner en orden su pasado y atar algunos cabos. Ustedes dirán, “un drama de época”. Pues no, “reseteen”.
El arranque de La modista se parece más a uno de esos western en los que un forastero con un turbio pasado llegaba a un poblado para poner las cosas en su sitio.
Dunnage lo deja muy claro nada más empezar el film cuando desciende del autobús que la ha traído de vuelta y casi mirando a la cámara dice “he vuelto, bastardos”.
No van a pasar cosas agradables a partir de entonces, aunque lo más chocante del conjunto es la forma en la que van pasar esas cosas.
Resulta que este destartalado pueblucho está repleto de personajes estrafalarios que hacen cosas estrafalarias. El sentido del humor, que desde el primer momento se deja notar en la película, puede pillar a más de uno con el paso cambiado.
La modista a veces parece una comedia de los hermanos Coen situada en el lejano Oeste; de hecho, si a Dunnage le quitáramos los vistosos vestidos y le pusiéramos un sombrero y unas cartucheras la cosa no cambiaría demasiado.
Lo cierto es que el pueblo que se retrata en La modista no tiene mucho en lo que agarrarse aunque sus imágenes sean realmente hermosas, casi preciosistas.
Hay gente despreciable y ruin, egoístas, sociópatas y psicópatas, mentes maliciosas y algún loco suelto.
Poco parece que haya en aquel lugar que valga la pena conservar y lo poco que encuentra Dunnage que la podría retener allí no termina de prosperar, por razones que no voy a desvelar aquí.
Al final Dunnage decide cumplir su palabra y dejar las cosas en su sitio aunque para eso tenga que reducir a cenizas hasta la última piedra.
La venganza se sirve mejor con estilo y más aún cuando las razones para mantener los lazos y las personas a las que queríamos se han ido. Dunnage también es muy clara al final de la película: “no sabe qué clase de basura había allí”. Basura moral.