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¿La Biblia al pie de la letra o no?

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Henry Vargas Holguín - publicado el 21/03/16
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Criterios para descubrir lo que Dios transmite a través de las Sagradas EscriturasLa verdad se presenta y se enuncia de modo diverso en obras de diversa índole histórica, en libros proféticos o poéticos, o en otros géneros literarios” (Constitución Dogmática Dei Verbum (DV) sobre la Divina Revelación 12).

La Biblia es una “biblioteca” de 73 libros, los cuales están escritos en varios estilos literarios. Parte son hechos históricos (Éxodo, Crónicas, Reyes, Hechos de los Apóstoles, entre otros), parte es profecía (la mayor parte en el Antiguo Testamento), parte son parábolas, parte es poesía (el Cantar de los cantares, los Salmos), parte son cartas, parte son proverbios, etc..

¿En la Biblia algo o todo se debe tomar al pie de la letra?

En la comunicación oral o escrita a veces se utilizan numerosas formas de expresión figurativas tales como la antítesis, la metáfora, el símil y la personificación, entre otras.

En todo caso, con o sin figuras de pensamiento, para entender bien hay una manera de interpretar las cosas, no es que cada uno interprete a su manera lo dicho o leído.

Algo parecido pasa con la Biblia. ¿Hay que leer la Biblia de manera textual para interpretarla al pie de la letra? No, aunque puede haber en la Biblia hechos que se cuentan tal como sucedieron.

Y pongo la palabra “textual” para no confundir con “literal” porque el sentido literal de un texto no es interpretarlo textualmente o al pie de la letra, sino según lo que se quiso decir.

Hay que tener en cuenta que leer textualmente no equivale a interpretar en sentido literal; una cosa es lo que se dice y otra lo que se quiso decir (este es el sentido literal).

Por tanto, ¿podemos o debemos interpretar la Biblia literalmente? No sólo podemos, sino que debemos.

Una interpretación literal, (es decir en su sensus literalis, interpretar o leer según fue escrito) es la única forma de determinar lo que Dios está tratando de comunicarnos.

De manera pues que  la Biblia se lee LITERALMENTE, pero hay que saber entender esta expresión, expresión que más adelante ahondaremos.

No nos podemos contentar con el texto en sí mismo, sino que es necesario ir más allá; en este sentido, y en un segundo momento, habrá que ahondar más en el asunto recurriendo a la hermenéutica y la exégesis.

La hermenéutica se utiliza para describir la interpretación de un determinado texto, bíblico en nuestro caso; y la exégesis para extraer del significado del texto.


Lee un ejemplo: ¿El purgatorio existe? No sale en la Biblia….


Por consiguiente las funciones de ambas ciencias se complementan pero teniendo en cuenta que la exégesis es el complemento indispensable de la hermenéutica.

¿Qué es la hermenéutica?

Es el conocimiento y el arte de la interpretación de textos para determinar el significado exacto de una frase o texto.

La hermenéutica sirve para interpretar correctamente un texto bíblico, usando el método gramático-histórico sin descuidar la influencia del contexto en que se pronunció o escribió.

En fondo la hermenéutica responde, por ejemplo, a las preguntas: ¿cuál es el significado del texto? ¿es cierto o no lo que en este texto dice?

¿Qué es la exégesis?

La exégesis con sus métodos es un proceso consistente en comprender un texto antiguo, y explicarlo en términos actuales.

La exégesis ayuda a conocer y/o entender las circunstancias de tiempo y de espacio del texto, por quién y para quién fue escrito, y finalmente los motivos que tuvo el autor para escribir dicho texto.

Es necesario poner atención a lo que los autores quisieron afirmar o a lo que Dios quiso manifestarnos mediante sus palabras; es decir la exégesis es la explicación actualizada de la Sagrada Escritura.

El exégeta, por tanto, tiende un puente entre un texto muy antiguo y la persona.

Para conocer “la intención” del hagiógrafo (autor sagrado) es necesario tener en cuenta su cultura y las circunstancias del momento histórico, las maneras de narrar y de hablar en ese tiempo; todo esto concretado a través de los géneros literarios (DV, 12).


Lee otro ejemplo: ¿Cómo es posible que Dios haya creado el Universo en seis días?


La exégesis en fondo responde a la pregunta: ¿Cuál es el mensaje que el texto nos quiere revelar? Es obvio que a lo largo de la historia el mensaje nunca puede ser contradictorio.

La exégesis, con sus investigaciones históricas y culturales, permitirá que la hermenéutica sea completa y confiable.

Eso sí, una buena hermenéutica y una buena exégesis no van nunca en contra de la correcta interpretación que debe estar en línea con la historia de la salvación.

Es decir, antes que todo hay que recordar que la Sagrada Escritura es inspirada por el Espíritu Santo; por tanto el primer, único y principal principio a tener en cuenta para la recta interpretación, es saber que “la Escritura se ha de leer e interpretar con el mismo Espíritu con que fue escrita” (DV 12).

Para esto hay tres criterios que señala el mismo Concilio Vaticano II y que recuerda el catecismo.

1. “Prestar una gran atención “al contenido y a la unidad de toda la Escritura”. En efecto, por muy diferentes que sean los libros que la componen, la Escritura ES UNA en razón de la unidad del designio de Dios, del que Cristo Jesús es el centro y el corazón, abierto desde su Pascua” (Catecismo, 112).

2. “Leer la Escritura en ‘la Tradición viva de toda la Iglesia’. Según un adagio de los Padres de la Iglesia, “la Sagrada Escritura está más en el corazón de la Iglesia que en la materialidad de los libros escritos“. En efecto, la Iglesia encierra en su Tradición la memoria viva de la Palabra de Dios, y el Espíritu Santo le da la interpretación espiritual de la Escritura” (Catecismo, 113).

3. “Estar atento ‘a la analogía de la fe’. Por ‘analogía de la fe’ (cf. Rm 12,6) se entiende la cohesión de las verdades de la fe entre sí y en el proyecto total de la Revelación” (Catecismo, 114).

Hay otros principios o pistas para entresacar el mensaje de Dios en la Biblia:

a) Tener objetividad de juicio: Ser objetivos al interpretar un texto dejando a un lado el influjo de las propias actitudes personales, ya sean negativas o positivas, sobre la lectura del texto. Otra actitud importante al leer la Biblia es tener humildad, apertura de corazón y docilidad a la enseñanza del Magisterio de la Iglesia, única garantía de que no se hará decir a la Biblia lo que me conviene.

b) Conocer el sentido de ciertas palabras. Hay palabras que cambian de significado, traspasando fronteras de espacio y de tiempo.

c) Conocer el estilo del libro: es decir, el género literario o formas de expresión.

d) Considerar el contexto del fragmento: Hay que tener en cuenta el contexto para interpretar correctamente un texto bíblico.

Para conocer el contexto hay que tener en cuenta cuatro aspectos:
1. Vincular los versículos anteriores y posteriores al texto.
2. Tener en cuenta el contenido global y el objetivo del libro en el que se encuentra el texto.
3. Conocer otros escritos del mismo autor.
4. Ver el contenido global y el objetivo de toda la Biblia.

e) Debe haber armonía del sentido literal y el sentido espiritual.

El sentido literal 

Literal es un adjetivo empleado para referirse a aquella interpretación que se hace de un texto y que se ajusta o es fiel al sentido original de las palabras.

Es importante tener en cuenta el momento y el lugar en que se escribió.

El sentido literal, como se decía antes, no se debe confundir con la lectura literalista o textual o ‘al pie de la letra’; este es el error de los fundamentalistas.

El sentido literal es el sentido SIGNIFICADO por las palabras de la Escritura y DESCUBIERTO por la exégesis que sigue las reglas de la justa interpretación. Todos los sentidos de la Sagrada Escritura se fundan sobre el sentido literal” (Catecismo, 116).

El término ‘SIGNIFICADO’ es entender que el hagiógrafo no puso algo diferente a lo que tenía en mente; debemos saber qué significan esas palabras.

El término ‘DESCUBIERTO’ hace referencia al sentido del texto. Leer un texto bíblico no es simplemente leer como si se estuviera leyendo el periódico, sino que hay un sentido que necesita ser descubierto por la exégesis y sus reglas teniendo en cuenta la intención del autor, los destinatarios, la situación de su tiempo y el género literario empleado.

Es decir, no se puede leer un texto bíblico como si se hubiera escrito hoy.

El sentido literal es importante porque leer la Biblia no es leerla de corrido de forma textual; si fuera así, el papa Pío XII en su encíclica Divino Afflante Spiritu (del 1943) no motivaría, en el numeral 15, a conocer las lenguas, a conocer el contexto (trasladarse a la época misma donde fue escrito el texto), y hacer comparaciones con pasajes paralelos.

Es decir, si el sentido literal fuera simplemente tomar ‘al pie de la letra’ un texto, no se podría profundizar ni ver el hilo conductor que enlaza todos los libros de la Biblia.

Por esto la Iglesia insta a profundizar el sentido literal valiéndose de la hermenéutica y la exégesis.

Este sentido literal requiere del uso de dos tipos de crítica: la histórica y la literaria. La crítica histórica descubre la historia literaria del texto bíblico, ubicando la época y cultura en que se escribió y así conocer la intención teológica del hagiógrafo.

La crítica literaria analiza el género literario.

El sentido espiritual 

Es el que trasciende el sentido literal. El sentido espiritual se divide en tres sentidos, según dice el Catecismo en su numeral 117.

“Sentido alegórico: Podemos adquirir una comprensión más profunda de los acontecimientos reconociendo su significación en Cristo: así, el paso el mar Rojo es un signo de la victoria de Cristo y por ello del bautismo.
Sentido moral: Los acontecimientos narrados en la Escritura pueden conducirnos a un obrar justo. Fueron escritos ‘para nuestra instrucción’ (1 Co 10, 11).
Sentido anagógico: Podemos ver realidades y acontecimientos en su significación eterna, que nos conduce hacia nuestra patria. Así la Iglesia en la tierra es signo de la Jerusalén celeste”.

Pero sin fe, no se entenderá ni se aceptará la Biblia como Palabra de Dios.

Para entender la Sagrada Escritura se necesita sobre todo la fe: creer que Dios es el autor que hay detrás de la Sagrada Escritura; creer que el Espíritu Santo asiste al Magisterio para su auténtica interpretación; creer que la Tradición contribuye a la recta interpretación de la Escritura.

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