¿Sabemos traducir esta historia a los adolescentes o a los adultos cínicos?Existen miles de páginas escritas sobre esta película, llenas de reflexiones cinematográficas, teológicas y biográficas de alto nivel. Pero este artículo más que dar respuestas pretende plantear unas cuestiones introductorias. Comencemos.
Vivimos en una época en la que la autosuficiencia engañosa del hombre moderno, con su individualidad y autocompasión desencantada, le impide creer en la existencia de un Dios bueno hecho hombre (Batman v Superman). Muchos dicen que contar la historia de Jesús de Nazareth forma parte del pasado pero Superman, figura “crística” por excelencia en los cómics, continúa conmoviendo las taquillas de todo el mundo cuando emula a Jesús: un ser de otro planeta que viene, enviado por su padre al mundo, para salvarlo.
En nuestra ajetreada vida diaria, ¿cómo tratamos al “otro” que nos encontramos cada día? Cuántas veces dejamos que el rencor y un sentido extraño de justicia nos determine, viviendo cada instante con el “otro” no como un encuentro bello y bendecido por las estrellas, como diría Tolkien en El Señor de los anillos, sino como una ocasión para medir fuerzas y ver quién merece el mejor puesto en “la mesa del Señor” o en la mesa social, política o cultural más cercana. Tantas series de televisión sobre política reflejan esto: House of Cards, Boss, Scandal o incluso Mad Men o The Wire. Pero los caminos hacia el “poder” suelen arrugar el corazón y aflora una cierta tristeza incómoda. ¿Quién da respuesta a esta tristeza?
Sigamos. Nuevos modelos de familias reclaman un espacio en la sociedad y con ello las ideologías del momento buscan consolidar una especie de nuevo Mayo del 68. La figura del padre sigue ausente según el cine contemporáneo (casi toda la filmografía de Spielberg y saga Star Wars), el vínculo que genera la maternidad empieza a ponerse a prueba (La habitación), la transexualidad (también infantil) comienza a erigirse como el tema de moda (Transparent) y la homosexualidad ya no aparece como un tema secundario sino que vertebra tramas principales con millones de seguidores (Empire, por ejemplo).
Y en medio de toda esta realidad, ¿quién se atreve a ir hasta el fondo de cada asunto y darle respuesta? ¿Tiene la historia de Jesús algo que las juventudes de hoy puedan identificar como pertinente para sus vidas? Y si lo tiene, ¿somos capaces de traducir esta historia al lenguaje adolescente o al cinismo cada vez más frecuente en los adultos? ¿Lo somos?
Mel Gibson, desde su mirada personal, consigue con una estética moderna e hiperrealista contarnos la Pasión de Cristo y acercarla a esta narración visual excesivamente violenta, propia del cine moderno (Kill Bill, Los vengadores, La saga de El Hobbit).
Aunque justificada, la violencia explícita de esta película puede herir la sensibilidad de cualquier espectador pero no más que si se hubiera encontrado en Jerusalén caminando junto a Jesús y sus discípulos. Según estudios de la Sábana Santa, las heridas causadas en el rostro y cuerpo de Jesús fueron aún mayores que las mostradas por Gibson en esta película.
La Pasión de Cristo de Mel Gibson ha dado muchos frutos de tipo personal pero no deja de ser un producto comercial. Sin embargo, esta versión nace de la necesidad de un cineasta de expresar una experiencia personal, la suya: “el lujo y los excesos de Hollywood aparecieron de pronto como insuficientes, sin capacidad de llenar el vacío del corazón”. Y más allá de una experiencia artística de su fe, esta película es un pedagógico vía crucis de una mujer determinada por la presencia y misterio de su Hijo. Un vía crucis digno de revisitar cada cierto tiempo.