“Si la vida de mi hijo no tenía sentido, quizás la mía tampoco…”
Esta es la canción que sonaba en el celular de Jade Rees el 3 de noviembre de 2015 cuando la joven se suicidó, casi un mes después de abortar. Se titula Small bump y es un lamento por un aborto espontáneo.
“Porque eras solo un pequeño bulto durante cuatro meses, luego arrancado de la vida. Quizás te necesitaban allá arriba pero nosotros aún no sabemos por qué”, canta Ed Sheeran.
Jade, de 21 años, describió el sufrimiento que sentía por haber abortado en una carta dirigida a sus padres antes de ahorcarse.
Era soltera y ya tenía un hijo de dos años de una relación anterior. Al quedarse embarazada, su novio terminó la relación.
No es un caso aislado. Son muchas las mujeres que tras decidir acabar con la vida de su hijo no nacido, deciden finalizar la suya propia. “Si la vida de mi hijo no tenía sentido, quizás la mía tampoco…”, podrían pensar.
Es difícil cuantificar en números esta realidad, como lo es determinar una causa concreta por la que una persona decide acabar con su vida. Probablemente intervienen diversos factores en una decisión así, por ejemplo la salud mental. Y ahí sí que diversos estudios muestran que abortar aumenta el riesgo de trastorno psíquico.
Las personas que trabajan ayudando a mujeres embarazadas coinciden en una cosa: muchas se arrepienten de haber abortado, ninguna de tener a su bebé en sus brazos.