Joshua Daniel Bishop fue bautizado en el catolicismo en prisión y aprendió que “nadie está fuera del alcance del perdón”Del periódico Miami Herald, la historia póstuma de Joshua Daniel Bishop, ejecutado el mes pasado en Estados Unidos por asesinato:
Un obituario es una rareza prácticamente inaudita para cualquier preso, mucho más para uno que se enfrentaba a la inyección letal.
Pero el de Bishop, un resumen de ocho párrafos de su vida, fue impreso en la sección local del Telegraph del domingo 10 de abril, junto a las necrológicas de un veterano del ejército fallecido a los 81 años y un secretario de la iglesia baptista que vivió hasta los 94.
Fue escrito por una de sus abogadas que, cosas del destino, había sido compañera suya de clase en el sexto curso de la Escuela Elemental Tinsley, en Macon [Georgia], a finales de los 1980.
El obituario menciona la “infancia dickensiana” de Bishop. Indica cómo de niño sisaba la comida que podía, tomates verdes para freír, los que habían sido “olvidados en la basura por familias que tenían más de lo que necesitaban”.
El escrito también habla de la adicción de Bishop a las drogas y al alcohol y los “errores horribles” que engendró: “Su adicción, y lo que surgió de ella, le costó la vida, y quería que la juventud que está creciendo ahora en circunstancias similares aprendiera de su historia”.
Continúa con el recuerdo de cómo “se crió bajo los puentes de Milledgeville” y de cuando fue bautizado en el catolicismo en prisión y aprendió que “nadie está fuera del alcance del perdón”.
Más adelante cuenta cómo Bishop se había convertido en un artista dotado y, quizás de una forma más conmovedora, recuerda sus últimos momentos:
“Durante sus últimas horas, Josh consoló a sus amigos, rezó por nosotros, nos recordó que cuidáramos los unos de otros y cantó Amazing Grace. Confiaba en que su muerte pudiera ‘llevarse el dolor y contribuir a la paz’ de aquellos a quienes había dañado. Su preocupación constante por el sufrimiento de los demás cuando se enfrentaba a la pena capital demostró que el demonio que el Estado quería erradicar ya no estaba allí y que todo lo que se iba a perder era el potencial para hacer el bien de un alma redimida. Si hay justicia en el paraíso, si no en la tierra, ahora estará pintando con Rembrandt y canturreando con Merle Haggard”.
La abogada Sarah Gerwig-Moore, autora del obituario, declaró: “Lo escribí entre lágrimas como forma de procesar mi dolor”.
Dale, Señor, el descanso eterno, y que brille sobre él la luz perpetua…