En la presentación de su más reciente libro, el catedrático norirlandés responde a la idea de que la religión es peligrosa en la cultura europea.
No se trata exclusivamente de que Lennox (el reputado matemático de la universidad de Oxford, también conocido por ser un apologeta cristiano contemporáneo) procure adelantar que, contrario a lo que buena parte de los autores de los siglos XX y XXI hayan escrito, la idea de Dios es necesariamente la base de cualquier moralidad. Se trata, más bien, de dar respuesta a una corriente de opinión que asegura que la religión es, inherentemente, peligrosa para la cultura occidental. Los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York, como los de París y Bélgica más recientemente, parecerían ser prueba suficiente de ello.
Lennox esgrime, para empezar, el viejo argumento que da cuenta de que ciencia y religión no se oponen la una a la otra, por más de una razón. Amén de los argumentos medievales escolásticos a propósito de ello, el autor también echa mano de los argumentos del filósofo británico David Hume a propósito de la Resurrección de Cristo: la evidencia de la Resurrección como hecho histórico estaría en las cualificaciones de los testigos, llegando a la conclusión (tras una serie de argumentos) de que no es imposible que una persona inteligente crea en los milagros.
Pero más importante que esto, al menos para el argumento central de Lennox, está el hecho de que, así como se acusa a las religiones de ser responsables de violencia y muerte, el autor procura hacer un recuento histórico de, precisamente, “los ríos de sangre creados por las sociedades ateas”, haciendo énfasis en los nombres de Stalin, Mao-Tse-Tung, y Pol Pot, entre otros: “tanto el ateísmo como la religión pueden ser venenosos”, afirma el autor, según declaraciones recogidas por el ABC de España durante la presentación de su más reciente libro, en Salamanca.