“¡Es la oración la que mantiene la fe, sin la oración la fe se tambalea!”, dijo el papa Francisco en la audiencia general del 25 de mayo de 2016, ante 20.000 fieles y peregrinos de todo el mundo presentes en la plaza de San Pedro.
Con ocasión del año jubilar, el Pontífice prosiguió una serie de catequesis especiales sobre la misericordia desde la visión evangélica: en esta ocasión, la parábola del juez cruel y de la viuda (Lc 18,1-8).
Insiste
Francisco explicó “la necesidad de orar siempre sin desfallecer. Del ejemplo de la viuda, una persona desvalida y sin defensor, el Señor saca una enseñanza: si ella, con su insistencia, consiguió obtener de un juez injusto lo que necesitaba, cuánto más Dios, que es nuestro padre bueno y justo, hará justicia a los que se la pidan con perseverancia, y además lo hará sin tardar”.
El obispo de Roma animó a orar con perseverancia, que “expresa una confianza que no se rinde ni se apaga".
Lo que pedimos no es lo esencial
El Pontífice recordó que “si, como Jesús, confiamos todo a la voluntad del Padre, el objeto de nuestra oración pasa a un segundo plano, y se manifiesta lo verdaderamente importante: nuestra relación Él”.
Asimismo, se refirió a que “este es el efecto de la oración: transformar el deseo y modelarlo según la voluntad de Dios, aspirando sobre todo a la unión con Él, que sale al encuentro de sus hijos lleno de amor misericordioso”.
Recibir amor
Por último, invitó a pedir al “Señor una fe que se convierte en oración continua, perseverante, como la de la viuda de la parábola".
"En la oración experimentamos la compasión de Dios, y como Padre es para satisfacer a sus hijos llenos de amor misericordioso”.
El Papa rememoró que en este mes mariano, mayo, la Madre de Dios escucha las oraciones y nos acompaña en la vida diaria. Además, saludó a los fieles de América Latina y España.