Hay lugares donde las mujeres ya bautizan y asisten matrimoniosLa palabra “diaconisa” generó una verdadera explosión dentro y fuera del Vaticano ante la disposición del papa Francisco de crear una comisión que estudie el diaconado de las mujeres y aclare los motivos por los cuales no se les permite a las consagradas pronunciar la homilía de la misa.
“El papa Francisco abre el camino para que la mujer case y bautice”, titularon algunos medios de prensa seculares, mientras otros hacían hincapié en reivindicaciones femeninas en cuanto a que se estaba avanzando en la igualdad de la mujer con el hombre en la Iglesia.
Sin embargo, para América Latina, todo aquello no fue demasiado novedoso, sino la confirmación del desconocimiento de muchos con respecto a lo que ya están haciendo muchas mujeres en continente que asumen funciones del sacerdote (menos consagrar y confesar) y son referentes de sus comunidades.
Ocupar el lugar del párroco
Ana Ferradas González es sierva de San José y vive en Cuba como misionera desde hace 28 años.
“Entonces escuchaba con atención la experiencia de mis hermanas que vivían en Chile, Argentina, Colombia o Perú y nos contaban su tarea de evangelizar en lugares apartados ‘donde no llegaba el sacerdote’ y, como decían, ‘hacían de todo’, menos confesar y consagrar”, cuenta a la revista Vida Nueva.
La misionera manifestó que tuvo la experiencia de acompañar a una comunidad que no tenía sacerdote y que ella era la que se encargaba de la catequesis, la visita a enfermos y hasta celebraba bautizos con el permiso del obispo.
“’Hermana, usted es el párroco y yo consagro’, me decía el obispo. Nunca se me ocurrió pensar que eso era algo equivocado o que no me competía tal tarea. Él sabía muy bien lo que hacía y la comunidad se sentía acompañada con el trabajo de todos”, enfatizó.
La religiosa llegó a ser una de las cinco vicarias diocesanas, junto a otras dos religiosas y dos sacerdotes.
Las monjas todoterreno
En el año 1961 surgió en Perú el Movimiento de Misioneras de Jesús Verbo y Víctima fundado por Federico Kaiser, primer obispo-prelado de Caravelí, departamento de Arequipa (1958-1971).
“Los lugares y regiones sin sacerdote residente son el campo exclusivo de nuestro apostolado”, expresa el sitio web de este movimiento de monjas “todoterreno”, que se focaliza en las “personas olvidadas” debido a que hasta el lugar no puede llegar un sacerdote.
“En cada centro misional estamos un grupo de 6 a 8 religiosas. Luchamos más que nada contra la ignorancia y el pecado. Son ellos los enemigos más funestos de la humanidad”, explica.
“Bien sabemos que no podemos sustituir al sacerdote, pero le preparamos el camino“, añade.
Incluso han llegado a pueblos donde nunca nadie había visto jamás a un sacerdote. Estas religiosas se encuentran actualmente, además de Perú, en otros países de la región como Bolivia, Argentina, Chile, Paraguay y Uruguay.
En Argentina, por ejemplo, trabajan en la región de Santiago del Estero, que al mismo tiempo representa uno de los lugares más con más carencias del país.
En este lugar, además de funciones vinculadas a la liturgia o catequesis, se encargan del reparto de medicamentos, alimentos, etcétera, indican algunos medios de prensa.
Aliviar el abandono de los fieles
“No hay barreras que nos impidan retrasar nuestra misión, queremos ser misioneras al cien por cien, nuestro anhelo es aliviar el abandono de nuestros fieles y mitigar su hambre de Dios ofreciéndoles atención religiosa, lo mejor que podamos”, explicó la hermana Asunción al diario El País de Uruguay.
En Uruguay también están presentes (país en el que también se aceptó de parte de las autoridades episcopales el modo de trabajo) sobre todo en localidades bastante alejadas de la capital (Montevideo) como, por ejemplo, Tupambaé (a más de 330 kilómetros de la capital), en el departamento de Cerro Largo.
Los pobladores ya están acostumbrados a verlas por todos lados caminando, a caballo, en moto o bicicleta.
Un habitante de esa localidad uruguaya dio su testimonio sobre el trabajo de estas religiosas debido a que precisamente su casamiento fue asistido por una de ellas.
Según contó a El País, cuando tuvo que participar de las charlas preparativas a cargo de una de ellas le resultó “normal”.
Pero cuando el día de la boda en la Iglesia en vez del cura estaba la hermana Asunción y fue ella quien asistió el matrimonio con su esposa quedó más que sorprendido.
“En algún momento llegué a pensar si mi matrimonio era legal, pero nunca pregunté”, sostuvo.
En el año 2000, en el marco del permiso especial que se les dio a estas religiosas en Uruguay, se les otorgó también la facultad para bautizar y asistir matrimonios.
Precisamente, entre las principales actividades de este movimiento de religiosas en todo el continente se destaca la enseñanza de verdades religiosas, administrar bautismos, celebrar la Liturgia de la Palabra, administrar la comunión, asistir matrimonios, atender enfermos y moribundos, asistir velorios y dirigir entierros, formar y guiar catequistas, además de tener a cargo los libros parroquiales y extender las respectivas partidas, entre otras.
De esta manera, mientras no haya un sacerdote residente, la misión de estas hermanas es la de la atención pastoral de la zona que se les encomienda.
“¿Qué puedo contar sobre estas misioneras peruanas que trabajan en esos lugares perdidos de América del Sur? Para mí, fueron momentos muy duros cuando me despedí de ellas. Duros en el sentido de que, mirándote fijamente a los ojos, te dicen “GRACIAS”, te dan la mano y mantienen la tuya un momento entre las suyas. Para mí eran momentos en que la gratitud de estas religiosas afloraban con esa espontaneidad de una verdad que ellas en realidad la sentían, y que uno se siente realmente feliz porque se ve en ese apretón de manos un sincero gracias de personas verdaderamente agradecidas”, expresó una de las tantas personas que quisieron homenajear el trabajo de estas monjas.
Estas religiosas tienen una misión concreta y tiene que ver con esa actitud de servicio allí donde no hay sacerdotes habitando, algo bastante común en muchas zonas de América Latina.
Pero ellas, junto a otras religiosas en el continente, a diferencia de lo que sucede quizás en otros lugares, son una clara señal que la mujer dentro de la Iglesia católica trasciende ciertas reivindicaciones y ya están en acción desde hace mucho tiempo, inclusive como referentes de comunidades enteras.
Y el papa Francisco conoce muy bien esta realidad.