Ölüdeniz, en la costa del suroeste mediterráneo de Turquía, tiene aguas más claras que las del Pacífico Sur
Turquía no es sólo el antiguo esplendor de Bizancio, la encrucijada de Asia y Europa, la puerta del Bósforo o una de las cunas del Cristianismo. Turquía, además, puede precisarse de tener las aguas más claras del mediterráneo y, quizá, del mundo. El color turquesa de las playas del pueblo costero de Ölüdeniz no tiene nada que envidiar a las del Pacífico Sur, Hawaii o el Caribe.
Abrazada por las montañas circundantes, las aguas de la playa de Ölüdeniz son plácidas como pocas, prácticamente sin oleaje, lo que le ganó el apodo de “la laguna azul”. El agua es tan cristalina que, como señala la nota del Huffington Post, quienes navegan en ella parecen estar remando en el aire. Las vistas aéreas son tan únicas que se ha convertido, además, en un destino popular entre los parapentistas del mundo.
Pero si el atractivo de la playa le resulta poco (o si no se es amigo del kayaking o del vuelo en parapente) junto a la costa se encuentra el “Valle de las Mariposas”, una zona protegida que es el hogar de 80 especies distintas de mariposas, que se puede visitar, caminando, desde la playa.
Y, por si fuese poco, Ölüdeniz está sólo a 3 horas, por tierra, de Selçuk, el lugar en el que, según la tradición, se encuentra la casa a la que Juan Evangelista, después de la muerte y Resurrección de Cristo, habría llevado a la Virgen María, huyendo de la persecución.