Una profunda combinación de iconografía cristiana tradicional y política del siglo XX
Maximiliano “Maxo” Vanka nació en 1889, cuando Croacia todavía era parte del Imperio Austrohúngaro. A pesar de ser supuestamente hijo natural de un noble de la casa de Habsburgo, fue criado por campesinos hasta que su abuela lo recibió en la familia a la edad de ocho años.
Estando en el Frente Occidental fue testigo de varios de los peores horrores de la guerra y a los pocos años de volver, en 1920, ya era uno de los pintores más conocidos de la antigua Yugoslavia pero, en 1934, al ver el fascismo avanzar y fortalecerse en Europa, emigró a los Estados Unidos.
La iglesia católica de San Nicolás en Millvale, Pensilvania, fue la primera iglesia croata en los Estados Unidos.
Vanka, aunque se consideraba a sí mismo “espiritual”, distaba mucho de ser un católico practicante.
Además, era simpatizante de las políticas del socialismo europeo, y se casó con la hija de un cirujano judío de Nueva York.
Evidentemente, cuando el padre Albert Zagar, el párroco de San Nicolás, le encargó pintar una serie de murales para la iglesia, fue una elección bastante poco ortodoxa.
Vanka comenzó a trabajar en los murales de lo que ha recibido el apodo de “la Capilla Sixtina de Pittsburgh” entre abril y junio de 1937, y volvió a trabajar en ellos en el verano de 1941, unos meses antes de que los Estados Unidos entrasen en la Segunda Guerra Mundial.
Aunque la iconografía tradicional cristiana está presente en su obra, “Maxo” se las arregló para tejer en ella, además, los horrores de la pobreza, la explotación humana, y los males de la guerra y el genocidio.
Su trabajo estuvo perdido durante años debido a la contaminación y ciertas dosis de abandono: el aire sucio de Pittsburgh y la falta de aire acondicionado en el interior de la iglesia cubrió el trabajo de Vanka con una pátina oscura, hasta el punto de que algunos feligreses ni siquiera eran conscientes de que había murales en su iglesia parroquial.
Actualmente, un grupo de profesionales de la restauración están trabajando en estas históricas pinturas, una asombrosa puesta en escena del encuentro de la fe, justicia social, política, los testimonios de sufrimiento humano y el arte.
En poco tiempo, esta iglesia podría convertirse en uno de los destinos turísticos predilectos de Pittsburgh.