¿Cómo llegó este mítico animal a los mosaicos de una basílica del siglo V?
La iglesia de San Juan Evangelista en Rávena, Italia, fue comisionada por la emperatriz Gala Placidia en el año 424.
La historia relata que, mientras viajaba a través del Adriático para llegar a Rávena a asumir el gobierno del Imperio Romano de Occidente en nombre de su hijo, el Emperador Valentiniano III, se desató una tormenta.
La emperatriz, quien viajaba acompañada de su hijo Plácido y su hija Justa, rezó a San Juan, pidiéndole les llevase a salvo a puerto.
Aún hoy, en la puerta de la iglesia, se lee la inscripción: “Gala Placidia, junto a su hijo Plácido Valentiniano Augusto y su hija Justa Gracia Honoria Augusta, pagaron sus votos por haber sido liberados de los peligros del mar”.
El templo hoy, sin embargo, dista mucho de ser lo que era en tiempos de Gala Placidia: la primera expansión de la nave central de la basílica data del siglo VII. Esta fue seguida de otras tantas hechas por los Cruzados en los siglos XII y XIII, y luego una serie de renovaciones fueron además añadidas en el siglo XVII.
En pleno siglo XX, después de que bombarderos aliados destruyeron por completo (y por error) la fachada Oeste, ésta fue reconstruida con elementos originales del templo.
Precisamente, una de estas renovaciones del siglo XIII fue la encargada de traer un unicornio al edificio: una serie de mosaicos, originalmente añadidos a los pisos de la basílica, fueron encargados por el Abad Guillermo para conmemorar la Cuarta Cruzada, incluidas las tomas de Zara y Constantinopla.
Pero, entre estas escenas históricas, otras tantas, tanto míticas como del folklore medieval (incluida, por ejemplo, una sirena), se colaron. Entre ellas, el unicornio en cuestión ¿Qué tienen que ver el unicornio y el cristianismo?
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El bestiario de la Biblia: el Unicornio
Todo podría tratarse de un error de traducción. Los unicornios, por difícil que sea de creer, son nombrados en la Biblia. No una, ni dos, sino nueve veces. La mayoría de los biblistas apuntan que se trata de una mala traducción de la palabra hebrea re’ém, que significaría “buey” o “búfalo”, o que haría referencia a un rinoceronte.
Curiosamente, hay rinocerontes de uno y de dos cuernos, lo que haría de la presencia del unicornio “re’ém” en el texto bíblico algo un tanto más coherente.
Sin embargo, el caso es que el unicornio, como figura mítica, se hizo de un lugar propio en la iconografía y el simbolismo cristianos, al punto de ser un símbolo cristológico por sí mismo. Por extraño que pueda parecer, sí: el unicornio es, en este caso, una imagen de Cristo ¿pero por qué?
Una leyenda medieval, tomada del Physiologus (un texto del siglo II después de Cristo escrito por un autor anónimo alejandrino) describe al unicornio como un animal imposible de capturar, salvo por una virgen. El unicornio, atraído por la pureza de una doncella inmaculada, se acostaría en su regazo y sólo allí los cazadores podrían capturarlo.
Así, la leyenda fue entendida por los exégetas cristianos como una alegoría de la Encarnación de Cristo: el así como el unicornio se posa en el regazo de la doncella, así el Espíritu Santo engendra a Cristo en el vientre de María, para luego ser crucificado, tal y como se le da caza al unicornio.