Del antiguo esplendor de las misiones agustinianas portuguesas en el suroeste de India, sólo queda un imponente torreón
Al hablar de las iglesias y conventos de la Antigua Goa, nos referimos a una serie de monumentos religiosos, ubicados en “Goa Velha” (el nombre original portugués de la “Vieja Goa”), en el estado de Goa, India.
En 1986, por su significado histórico y belleza arquitectónica, la UNESCO decidió declararlos Patrimonio Cultural de la Humanidad.
Goa, en el suroeste del llamado “subcontinente indio”, era la antigua capital de la India portuguesa durante el siglo XVI. Así, se constituyó en un centro de evangelización para toda región.
Había sido fundada en el siglo XV por el Sultanato de Bijapur, como un puerto comercial a orillas del río Mandovi, y fue conquistada en 1510 por Alfonso de Albuquerque, quien fuese el primer virrey de la que desde entonces sería la India Portuguesa, hasta incluso el siglo XX.
Fue entonces cuando jesuitas, franciscanos y agustinos, principalmente, se establecieron en Goa, y durante los siglos XVI y XVII (conocidos como la Edad de Oro de Goa) que se desarrolló un comercio y una vida cultural tan ricas que la ciudad llegó a tener privilegios administrativos similares a los de Lisboa.
Fue durante estos dos primeros siglos de presencia y ocupación portuguesa cuando la mayor parte de las iglesias y monasterios de la ciudad fueron construidos.
Lo interesante de estos monumentos es que reflejan el intercambio cultural entre Portugal y la India, y ciertos niveles de inculturación del Evangelio: si bien los edificios se apegan a los cánones propios del barroco europeo, la decoración interna de los altares, retablos, pinturas y muebles son trabajo de artistas locales, pertenecientes a una ya rica tradición escultórica y pictórica local.
Cuando los agustinos llegaron a Goa en el siglo XVI, en 1597, inmediatamente emprendieron la fundación de un convento y una iglesia: San Agustín de Goa.
En la actualidad, ambos están en ruinas; la bóveda de la iglesia se derrumbó en 1842 y la fachada cedió en 1936.
De los restos de la iglesia, lo que más llama la atención de los visitantes es una torre campanario de 42 metros de alto que aún, a pesar de todo, se mantiene en pie, a pesar de que el convento fue abandonado en 1835, cuando la Vieja Goa fue azotada por una serie de epidemias mortales.