Muchos encuentran en esta música simplemente una manera de expresar su malestarHeavy metal puede parecer a veces sinónimo de droga, depravación moral… satanismo. Suficiente para hacer reaccionar a muchos, ¿no? Tanto más cuanto que (¡seamos sinceros!) se convierte en un motivo de cruzada necesario para algunos idealistas.
Pero la cruzada religiosa contra el metal no es en absoluto una buena reacción.
¿De qué trata?
La pregunta que conviene hacerse es la siguiente: ¿debemos limitarnos a la reacción epidérmica o visceral, a firmar peticiones y escribir artículos sin conocer nada de lo que hablamos?
¿No haríamos mejor en aprovechar este entusiasmo por el metal para reflexionar sobre la evolución de nuestra sociedad?
En lo que a mí respecta, elijo la segunda opción. Así que observo. La música metal es una música rica y compleja. Y sobre todo, es una música contemporánea. Ahora bien, el principio del arte contemporáneo no es buscar la belleza, sino la expresión.
En ocasiones el “satanismo” que se exhibe en el metal no es antirreligioso, sino anticonvencionalismos.
El entorno metal suele ser un entorno ateo, pero paradójicamente dotado de una gran cultura religiosa. En el metal, Satán es percibido más como un diablo contra la “cultura del famoseo”, que como un adversario de Jesús.
Por la simple razón de que vivimos en un mundo que conoce mucho mejor a cualquier celebrity de una serie que a Jesucristo.
El diablo se convierte entonces en un estandarte, un recurso iconográfico utilizado para expresar un malestar y denunciar las sandeces y manipulaciones difundidas por la televisión y las redes.
¿Cómo actuar?
Lo primero que hay que hacer es, sin duda, rezar. Rezar por estos jóvenes que encuentran en la música metal una manera de expresar su malestar.
Pero rezar también por unas generaciones carentes de cultura religiosa, entre las que también se incluyen generaciones de mayores.
Lo segundo que hay que hacer es reflexionar: ¿cómo hemos llegado aquí?
Y, por qué no, también podríamos preguntarnos: ¿tienen los cristianos una responsabilidad en las múltiples causas que han generado este movimiento musical y cultural?
En caso afirmativo, habría que reconocer una cierta hipocresía por parte de los que aúllan por el escándalo…
Personalmente, diría que tres décadas de catequesis “rosa acaramelado” han contribuido, y mucho, al hecho de que yo escuche metal todos los días.
Pero, sobre todo, antes de rezar y de reflexionar, ¡es urgente que nos tranquilicemos! Hay que calmarse para rezar en paz y hay que calmarse para reflexionar con eficacia.
Tenemos el deber de dar un paso atrás e intentar comprender la sociedad actual. La música metal forma parte de esos fenómenos sociales que hay que comprender para poder avanzar en el asunto.
Por contrario, constato cada vez más a menudo que muchos se muestran enérgicamente reactivos frente a muchos fenómenos actuales, reactivos debido al miedo, un miedo debido al desconocimiento casi absoluto de la cultura contemporánea.
Por tanto, hay que tomar conciencia de que a menudo, en la música metal, Satán es un estandarte, una pancarta, un modo de expresión.
El padre Robert Culat, de la diócesis de Avignon, ha escrito un ensayo sociológico sobre el metal, donde dice claramente:
“En nuestras sociedades occidentales postmodernas, el satanismo implícito es el imperante. Esto significa que en las decisiones que se toman de forma cotidiana, en los actos, muchos de nuestros contemporáneos, indiferentes o ateos, adoptan ‘valores’ satánicos sin ni siquiera saberlo: individualismo, egoísmo, espíritu de competitividad, consumismo, hedonismo, orgullo, avaricia, mentiras, infidelidades, etc. ¡La lista sería demasiado larga! Resumiendo, entre un joven “metalero” que se identifique y se muestre como “satanista” y un ciudadano “normal” que actúa de manera egocéntrica y hedonista, tenemos que saber proceder con buen juicio. El más satanista puede no ser aquel en el que pensamos de forma espontánea…”.
Así que, calmémonos, recemos y reflexionemos, en definitiva, actuemos como cristianos y no como marionetas articuladas por la sociedad actual.