El Papa reza con Karekin II en la catedral apostólica en Echmiadzín“Que el Señor les bendiga por este testimonio luminoso de fe”, dijo el papa Francisco este viernes 24 de junio al iniciar su viaje apostólico a Armenia, la primera nación en proclamarse cristiana en el mundo, en el 301 D.C., que sufrió distintas invasiones y persecuciones a lo largo de su historia.
Para el Pontífice, se trata de un testimonio que “muestra de manera ejemplar la poderosa eficacia y fecundidad del bautismo recibido hace más de mil setecientos años con el signo elocuente y santo del martirio, que ha sido un elemento constante en la historia de vuestro pueblo”.
Después de la ceremonia de bienvenida a su llegada al aeropuerto internacional Zvartnots de Ereván, cuando fue recibido por el presidente de Armenia, Serzh Sargsyan, el Obispo de Roma se trasladó a la catedral apostólica de Echmiadzín.
A su llegada a la sede apostólica, Francisco y el Catholicos de todos los armenios, Karekin II entraron en procesión en la catedral. La música y los fieles crearon un ambiente de fiesta y liturgia.
Al paso de los dos pastores se escuchaba el coro que canta el Hrashapar, himno dedicado a San Gregorio iluminador, nombrado por papa Francisco doctor de la Iglesia. En la historia de la Iglesia hay cerca de treinta y tres doctores.
Identidad de los cristianos es Cristo
El papa Francisco agradeció a la Iglesia armenia por dejarle vivir estos tres días de un itinerario lleno de signos vivos de un cristianismo que sobrevive en el tiempo.
“La fe en Cristo no ha sido para Armenia como un vestido que se puede poner o quitar en función de las circunstancias o conveniencias, sino una realidad constitutiva de su propia identidad, un don de gran valor que se debe recibir con alegría, y custodiar con atención y fortaleza, al precio de la misma vida”, sostuvo.
Entre 1915 y 1923, más de millón y medio de armenios fueron masacrados a manos del imperio Turco Otomano en lo que se conoce como el “genocidio armenio”. Francisco y Karekin II no mencionaron la palabra “genocidio”.
Ante el altar del Descenso (Hijo de Dios) besaron la Cruz y el Libro de los Evangelios. Tras los discursos, hubo un momento fraterno: ambos en el altar se intercambiaron un beso por la paz.
“Crucé con emoción el umbral de este lugar sagrado, testigo de la historia de vuestro pueblo, centro que irradia su espiritualidad; y considero un don precioso de Dios el poder acercarme al santo altar desde el cual se difunde la luz de Cristo en Armenia”, dijo Francisco.
El Catholicos y el Papa recitaron en voz alternando el Salmo 122 (121).
Los mártires armenios canonizados
Por su parte, el Catholicos agradeció al papa Francisco su viaje y recordó a los mártires armenios canonizados por el Pontífice latinoamericano.
Consideró ese gesto desde la perspectiva de la unión entre ambas Iglesias a través del “ecumenismo de la sangre”, término muy asimilado y comunicado por Francisco. Se trata de un lenguaje común que imprime una mayor cercanía y fraternidad.
Ecumenismo de la sangre
El papa Francisco recordó que este ecumenismo se nutre de varias fuentes y de la necesidad del encuentro, del diálogo y de la gestualidad ecuménica concreta ayudando a los pobres y marginados.
“Me es grato recordar aquí el impulso decisivo dado a la intensificación de las relaciones y al fortalecimiento del diálogo entre nuestras dos Iglesias en los últimos tiempos por Su Santidad Vasken I y Karekin I, san Juan Pablo II y Benedicto XVI”.
De estos gestos recientes, el Obispo de Roma hizo algunas menciones: “De hecho, entre las etapas particularmente significativas de este compromiso ecuménico, recuerdo la conmemoración de los testigos de la fe del siglo XX, en el contexto del Gran Jubileo del año 2000”.
Asimismo, rememoró “la entrega a vuestra Santidad de la reliquia del Padre de la Armenia cristiana, san Gregorio el Iluminador, para la nueva catedral de Ereván”.
En este sentido, mencionó la Declaración Conjunta de Juan Pablo II y Karekin II, firmada precisamente aquí, en Santa Etchmiadzin; y las visitas que Vuestra Santidad ha hecho al Vaticano con motivo de grandes eventos y conmemoraciones”.
Al final, el papa Francisco apeló a la reconciliación de las civilizaciones y los pueblos.
Ante los males del mundo, los conflictos y las divisiones, el Pontífice invitó a los cristianos a ser testimonios de estima y cooperación fraterna; para que “haga brillar ante toda conciencia el poder y la verdad de la resurrección de Cristo”.