Pedir respaldo económico mientras se estudia parece ser una tradición de, por lo menos, 8 siglos
Para muchos, trabajar y estudiar al mismo tiempo es el pan nuestro de cada día. Para otros, estudiar y trabajar son mutuamente excluyentes, en tanto las exigencias de la Academia pueden no dejar tiempo (ni energías) para la actividad laboral. Estadísticas recientes revelan que un porcentaje importante de estudiantes en los últimos años de sus carreras han tenido que pedir apoyo económico adicional a sus padres, en parte por el alza de los costos de manutención, en parte por carecer de experiencia manejando presupuestos personales.
Ahora bien, esto no es un fenómeno reciente. De hecho, es casi tan antiguo como la universidad misma. Este ejemplo de 1220 es suficientemente elocuente:
B., a su venerable maestro A., con mis saludos. Esta misiva es para informarle que estoy estudiando en Oxford con la mayor diligencia, pero el asunto del dinero se interpone en gran medida en el camino de mi progreso, en tanto hacen ya más de dos meses desde que gasté lo último que me quedaba de lo que me había usted enviado. La ciudad es cara y exige mucho; tengo que alquilar mi alojamiento, cubrir mis necesidades básicas, y prever otras muchas cosas que no puedo ahora especificar. Por ello, te ruego respetuosamente que impulsado por la piedad divina me puedas ayudar, para que pueda ser capaz de completar lo que ya he empezado. Usted sabe que sin Ceres y sin Baco, Apolo se enfría (es decir, que sin vino y sin pan la razón deja de funcionar).
Algunos estudiantes, además, se aseguraban de dejar claro a sus padres que estaban destacando en sus estudios antes de solicitar dinero. En esta carta, datada en el siglo XII en Francia, dos hermanos procuran dejarlo claro:
A muy queridos y respetables padres M. Matre, caballero, y su esposa M., M. y S., sus hijos envían saludos y obediencia filial.
Esta misiva es para informarles que, por la Misericordia Divina, estamos viviendo en buen estado de salud en la ciudad de Orleans, dedicándonos por entero a estudiar, teniendo presentes las palabras de Catón, “saber algo es digno de elogio”. Ocupamos una buen vivienda, a una puerta de distancia de una de las escuelas y del mercado, de modo que podamos ir a la escuela todos los días sin mojarnos los pies. También tenemos buenos compañeros en la casa con nosotros, muy avanzados en sus estudios y de excelentes costumbres, una ventaja que nos preciamos de tener pues, como dice el salmista, “con el que es justo, Tú te muestras justo”. Por tanto, no sea que cese la producción por falta de material, pedimos a vuestras paternidades nos envíen a través del portador de esta misiva el dinero para la compra de pergamino, tinta, un escritorio, y otras cosas que necesitamos, en cantidades suficientes para que no carezcamos de ellas (¡Dios no lo quiera!), y podamos terminar nuestros estudios y regresar a casa con honor. El portador también se hará cargo de los zapatos y las medias que ustedes tengan a bien enviarnos, y cualquier noticia adicional que quieran hacernos llegar.