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La Independencia argentina, firmada por once sacerdotes

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Esteban Pittaro - publicado el 09/07/16
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Se cumplen 200 años del Acta de Independencia de las Provincias Unidas del Río de la Plata

El 9 de julio de 1816, hace exactamente 200 años, se declaraba la Independencia argentina del Reino de España. De los 29 firmantes del Acta de Independencia de las Provincias Unidas del Río de la Plata, antecedente directo de la República Argentina, 11 eran sacerdotes, pertenecientes al clérigo secular y religioso. Pero más aún, 20 fueron integrantes del Congreso de Tucumán, históricas sesiones que durante ese año fue dando los pasos hacia la rúbrica de esa acta, y le sobrevivieron tomando las primeras decisiones trascendentes del nuevo estado independiente.

De entre los participantes, Fray Justo Santa María de Oro, José Colombres, y José Agustín Molina, fueron llamados posteriormente al orden del Episcopado. Justo de Oro, dominico, fue el primer Obispo de San Juan. José Molina, prosecretario no firmante, fue Vicario Apostólico de Salta, aunque en funciones fue Obispo de Tucumán, debido a la crisis post-independencia suscitada para la designación de la jerarquía de la Iglesia. José Colombres fue designado Obispo de Salta, pero falleció antes de ser consagrado Obispo.

Asimismo, Justo de Oro fue provincial dominico, y Cayetano José Rodríguez, provincial franciscano.

Los sacerdotes firmantes fueron: Manuel Antonio de Acevedo, José Eusebio Colombres, Pedro Ignacio de Castro Barros, Antonio Sáenz, Fray Cayetano Rodríguez, Pedro José Miguel Aráoz, José Ignacio Thames, Pedro León Gallo, Pedro Francisco Uriarte, Fray Justo de Santa María de Oro y José Andrés Pacheco de Melo. Otro firmante, Mariano Sánchez de Loria, fue ordenado sacerdote tiempo después de la firma del Acta, tras enviudar.

Al dominico Justo Santa María de Oro se le atribuye una de los argumentos más decisivos de aquellos primeros días de independencia. Mientras se debatía qué modelo político seguir, él pidió que se establezca un reglamento provisional porque se debía consultar a los pueblos antes de declarar la forma de gobierno. Su valiente postura causó revuelo, pero también numerosos aplausos.

En su reciente mensaje por el Bicentenario, los Obispos argentinos rescataron el clima de diálogo y construcción en aquel congreso tucumano. “Los congresales hicieron de una «casa de familia» un espacio fecundo, donde se desarrolló una auténtica deliberación parlamentaria. Esta casa, lugar de encuentro, de diálogo y de búsqueda del bien común, es para nosotros un símbolo de lo que queremos ser como Nación”, escribieron los obispos argentinos en un documento publicado recientemente.

Destacaron, asimismo, cómo en “ese ambiente doméstico, los diputados de lugares tan distantes se vincularon como hermanos, motivados por la causa suprema que los convocaba”. “Si bien por momentos dominó el disenso en prolongadas sesiones, la comunión en lo esencial hizo que el diálogo razonable superase las diferencias y primó el interés común”, evocaron.

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