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Los 3 enemigos que nos amenazan en la vida

Carlos Padilla Esteban - publicado el 09/07/16

Podemos llegar a creer que son lo más valioso que podemos tenerNecesito que alguien me mire bien para sacar lo mejor que hay en mi alma. Alguien que me vea en mi verdad y no en mi apariencia. Que no me rechace por mi origen, por mi lengua, por mi opinión, por mi físico.

Necesito una mirada abierta sobre mi vida para dar fruto, para florecer y echar raíces. Necesito que alguien descubra mi belleza oculta y la saque a la luz. Y logre que yo mismo la vea. Tantas veces me la pierdo.

Necesito que alguien, con humildad y paciencia, me enseñe a mirar bien mi vida. Lo importante, lo que cuenta.

Alguien que me quiera por lo que soy y no por el cargo que tengo, por mi dinero, por mi fama, por mi origen. Que se acerque a mí sin conocer mis éxitos. Que no necesite conocer mi curriculum parar quererme. Alguien que amándome me enseñe a vivir. Y a mirar como Jesús me mira.

Pienso en las palabras del director general de Danone, Emmanuel Faber, que pronunció en la graduación de la promoción 2016 de una de las escuelas más prestigiosas del mundo.

Habló de un hermano suyo discapacitado que le enseñó el valor de las cosas, el valor de la vida. Su relación con él le cambió la mirada y el valor que le daba a las cosas: Mi hermano enfermo me enseñó a tratar a las personas enfermas. Descubrí que a veces ser normal puede significar ser cerrado. Descubrí la belleza de lo diferente. Me abrió a muchas cosas. Descubrí que puedes vivir con muy poco y ser feliz. Os digo esto porque os graduáis. Tenéis un arma muy importante en vuestras manos. ¿Cómo vais a utilizarla? En el mundo sólo están vuestras manos para cambiar el mundo y hacerlo mejor”.

Es verdad. A veces la normalidad puede hacerme cerrado. Me niego a aceptar al enfermo, al diferente, al que sufre, al marginado. Me niego a amarlo y construyo muros. Para que no me quite mi paz, mi seguridad, mi bienestar. Para que no me incomode en mi camino. Para que pueda seguir yo a lo mío, sin molestias. Por eso necesito a alguien que me ayude a cambiar la mirada.

Continúa Emmanuel Faber: Tengo una pregunta: ¿Quién es tu hermano? ¿Quién es ese hermano que está en vuestro interior, que os conoce mejor de lo que vosotros os conocéis, que os ama más que vosotros os amáis a vosotros mismos? Esa es la pequeña voz que os dice que sois más grandes de lo que vosotros pensáis. ¿Quién es? Os traerá esa música, esa melodía que es verdaderamente vuestra. Os recodará vuestra melodía original que cambiará la sinfonía del mundo. Encontrad a vuestro hermano pequeño.

Pienso en ese hermano pequeño que tiene que recordarme quién soy. Pienso en esa persona enferma, diferente, que me enseña a sacar lo más verdadero que hay en mí. Que me recuerda quién soy y lo que puedo llegar a ser.

Pero a veces corro el riesgo de no dejarme ayudar. Me empeño en buscar mi música, mis gustos, mi voz. Y no dejo que otros me complementen y me muestren mi verdad más oculta. Esa que yo no veo.

Como le decía una persona a otra: El problema no está en que no aceptes lo que te digo. El problema es que ni siquiera lo ves. A veces no veo mi vida como realmente es, como la ven los otros.

Ese hermano mío pequeño que está a mi lado me recuerda lo importante. Me hace darle importancia a lo verdadero. El sonido de las aguas de un río. El silencio de un largo camino. La música que calma el alma.

Pero a veces me puedo obsesionar con cosas poco importantes y que otros me han dicho que son las más valiosas. A ellas se refería Emmanuel Faber al hablar de tres enemigos que nos amenazan cuando nos enfrentamos a la vida: el poder, el dinero y la gloria: He conocido a lo largo de mi carrera profesional a tanta gente que vive esclava del dinero que ganan. Nunca seáis esclavos del dinero. Sed libres. El poder sólo tiene sentido si es un poder para servir. Sólo así encontraréis la forma de ser realmente quienes sois de verdad.

El poder, la gloria, el dinero. El tener más de lo que necesito y luego ser esclavo. El poder que uso sólo para mi bien y no quiero perder. Y la gloria que persigo inútilmente y nunca alcanzo. Todos tenemos estos peligros.

Seguimos esos gritos de sirenas que nos confunden. Nos hacen pensar que nuestra meta es otra. Y perdemos lo importante.

Hoy quiero cambiar mi mundo. Aquí, con mis manos. Quiero cambiarlo desde lo que soy. Desde mi pobreza. Desde mi belleza. Desde la melodía que resuena en mi alma. Con una mirada abierta sobre el que sufre. Sobre el que nada tiene. Sobre el enfermo. Necesito a ese hermano que me ayude a mirar lo importante.

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