Los congresistas de EE UU y la difícil tarea de ponerle fin a una auténtica guerra civil La matanza del bar “Pulse” y la recurrencia de tiroteos masivos en Estados Unidos no había despertado, hasta el momento, a los congresistas estadounidenses. Pero la emboscada donde murieron cinco policías en Dallas el pasado jueves, sí.
Por lo pronto, antes de irse de vacaciones de verano (el próximo viernes 15 de julio), los congresistas de Washington tienen una semana para aprobar medidas que pongan fin a la auténtica guerra civil que se vive en las calles de Estados Unidos.
La Cámara de Representantes, dirigida por el republicano Paul Ryan, con mayoría conservadora (republicana), tendrá que ponerse a trabajar en serio para saltar diferencias de partido y solventar una crisis que amenaza –junto a la de los migrantes—con hacer volar las elecciones presidenciales del próximo mes de noviembre.
El país con mayor número de armas en manos de civiles del mundo –se calcula que hay unas 250 millones de armas en manos de personas no pertenecientes ni al ejército ni a la policía— enfrenta el reto de superar la célebre Segunda Enmienda a la Constitución, la cual, hace más de dos siglos, le da la posibilidad a los ciudadanos de armarse en defensa propia.
Hay dos obstáculos, quizá tres, para que la limitación de la lucha armada que se vive en las ciudades de Estados Unidos, no sea del todo favorable al control de éstas en manos de civiles.
El primero es el liderazgo republicano en la Cámara de Representantes.
El segundo es la influencia de la Asociación Nacional del Rifle en el Congreso.
Y el tercero tiene que ver con las elecciones presidenciales. Nadie quiere tocar la Segunda Enmienda a tres meses y medio del relevo en la Casa Blanca.
El presidente de la Cámara, el republicano Paul Ryan, dijo el viernes pasado, tras los sucesos de Dallas: “Todo miembro de esta institución, todo republicano y demócrata quiere ver menos violencia armada; muchas veces estamos apasionadamente en desacuerdo sobre cómo lograrlo. Pero teniendo este debate no perdamos de vista los valores que nos unen”.
Declaración ambigua donde las haya, puesto que, justamente, uno de los valores que siempre relucen en este tipo de debates es el de una “América (nombre auto atribuido a Estados Unidos) más fuerte en contra de los enemigos”. Y la lista de los “enemigos” de América crece cada día.
Ciertamente, lo único que ha puesto en sintonía a republicanos y demócratas –hasta ahora—es restringir el acceso de armas a quienes tengan antecedentes terroristas o sospechas de haber estado en vinculación con grupos terroristas.
Sin embargo, ¿qué hacer con el ex reservista del ejército estadounidense Micah Xavier Johnson quien, además de matar cinco policías blancos –entre ellos un latino–, no tenía antecedentes de este tipo?
Los detalles revelados por el jefe de la policía de Dallas, David Brown, sobre el cateo que la corporación hizo en la casa de Johnson, no dejan lugar a dudas de que la Segunda Enmienda debería ser modificada.
“Nuestro registro en la casa del sospechoso, los materiales para montar bombas y el diario que tenía, nos lleva a concluir que había estado practicando detonaciones de explosivos y había suficiente material como para tener efectos devastadores en nuestra ciudad y en el norte de Texas”, afirmó Brown en una entrevista con CNN.
“Estamos convencidos de que el sospechoso tenía otros planes y que creía que estaba haciendo lo correcto y pensaba hacer pagar a las fuerzas de seguridad por lo que él cree que es una voluntad de la policía de castigar a la gente de color”.