El museo Saalburg guarda pequeñas piezas que nos permiten asomarnos a la cotidianidad romana
Cuando los romanos se abrieron paso hacia el norte en las provincias alemanas, aproximadamente en el año 90, construyeron un castellum sobre el macizo del Tanus, que delimitaba entonces la frontera entre el imperio y las tierras de las tribus germánicas, en la que permanecía apostada toda una cohorte romana: aproximadamente 600 soldados.
Sin embargo, esta fortaleza en particular, el “Saalburg”, que se mantuvo activa hasta el año 260, llegó a albergar 2.000 personas.
El Saalburg, que es parte del llamado limes germanicus (la frontera, el “límite” del imperio romano) fue redescubierto a finales del siglo XIX, para ser luego totalmente reconstruido. Hoy día forma parte de la lista del patrimonio mundial de la UNESCO.
En él se encuentra el Museo Saalburg, en el que se exponen, entre otras piezas romanas, un zapato de aproximadamente 2.000 años de antigüedad.
Si bien es harto sabido que los italianos son maestros en el arte del calzado, parece que semejante maestría es una tradición milenaria. De acuerdo con el sitio Romans Across Europe, citado en este artículo publicado por OpenCulture, los romanos son los creadores del zapato cerrado.
“Había una amplia variedad de zapatos y sandalias para hombres y mujeres. La mayoría fueron construidos como “caligae” militares, con una sola pieza superior clavada entre las capas de la suela. Muchos de estos calzados tenían grandes áreas abiertas hechas con cortes o perforaciones en forma de círculos, triángulos, cuadrados, óvalos, hechos en filas, o en patrones en forma de cuadrícula. Otros eran más cerrados, incluyendo agujeros exclusivamente para los cordones. Algunos zapatos para niños, y calzado fino para damas, también tenían suelas gruesas”