La solemnidad de las estatuas que contemplamos hoy, dista mucho de lo que realmente eran originalmente
Acostumbrados como estamos a contemplar la blancura de los mármoles de la antigüedad clásica grecorromana, nos resulta difícil pensar que alguna vez pudieran haber tenido color. Pero precisamente este era el trabajo de los llamados “kosmetai”: pintores griegos encargados de aplicar pigmento al mármol desnudo. Curiosamente, estos “kosmetai” darían “orden” (la palabra griega para “orden” es, precisamente, “cosmos”, lo opuesto a “caos”) a algo que permanece inacabado, y que necesita ser delimitado. De allí, precisamente, nuestros “cosméticos”.
A través de dos métodos se pueden detectar los restos de pigmento en los mármoles, a pesar del paso del tiempo: uno, simplemente pasando una lámpara de luz ultravioleta; el otro, un poco más complejo, el de la llamada “raking light” que revela, a través de cierta angulación de la iluminación sobre la pieza, todas las irregularidades sobre su superficie, incluidos restos de pigmentos casi imperceptibles. También en algunas ocasiones se ha tenido que echar mano de rayos X y de luces infrarrojas.
El arqueólogo alemán Vinzenz Brinkmann ha echado mano de todos estos recursos durante los últimos 25 años, con intenciones de reproducir el colorido pasado de la antigüedad griega, utilizando los recursos originales que estos kosmetai también emplearon: verde extraído de malaquitas, azul de azuritas, amarillo de distintos compuestos de arsénico, negro de huesos quemados. El resultado fue una exposición de reproducciones de estatuas clásicas, con los colores originales que Brinkmann ha logrado reconstruir, en la Gliptoteca de Munich en 2003, que viajó en 2007 a la universidad de Harvard y que, desde allí, partieron de gira por los Estados Unidos. Aquí, hemos querido compartir con ustedes algunas de las imágenes que forman parte de esta exposición.
Para conocer más y mejor el proyecto de Brinkmann, puede consultar el website del Instituto Smithsonian en este enlace.