(O algo así se le debe haber ocurrido a Leonard Knight, el autor de la “Montaña de la Salvación”, en el desierto de California)
La “Montaña de la Salvación” (Salvation Mountain, como se le conoce en inglés) es, estrictamente hablando, un montículo artificial de unos quince metros de alto, hecho con adobe, pacas de heno, yeso y prácticamente cualquier cosa a la que Leonard Knight, su autor, pudiera ponerle la mano encima.
Y pintura. Mucha pintura. De muchos colores, para escribir miles de mensajes hablando del amor de Dios. Aproximadamente más de cien mil galones de pintura que, eventualmente, se convirtieron en un problema: el gobierno regional –que quería derribar el monumento en un momento dado- afirmó que la “Montaña de la Salvación” era una “pesadilla tóxica”, precisamente por los niveles de plomo presentes en el pigmento. La montaña sólo pudo salvarse cuando una senadora local ayudó a lograr que el sitio fuese declarado “monumento nacional”.
Knight comenzó la construcción de la “Salvation Mountain” cuando, según cuenta en el website de la montaña, su globo aerostático falló en el área y no pudo volver a despegar, así que, antes de irse del sitio, se quedó acampando por una semana, buscando dejar un recuerdo. Consiguió un saco de cemento y un poco de pintura e hizo un pequeño monumento en el sitio. El primer monumento dio paso a otro, y una semana se convirtió en un mes, y un mes en un año.
Cuatro años después, la primera montaña que ya Knight había construido colapsó. Lejos de desanimarse, comenzó de nuevo la construcción de una segunda montaña, esta vez con bases sólidas –la primera tenía basamentos de arena- de arcilla, paja y adobe, que reviste con el cemento que luego usará como soporte para la pintura con la que escribe citas bíblicas, pinta flores y aves en un estilo que él mismo ha descrito como “simple, verdadero y honesto”.