“Demos la bienvenida al Rey de Todo, escoltado por las invisibles huestes angélicas. Aleluya”
Uno de los himnos más sublimes de la Divina Liturgia de san Juan Crisóstomo es el Himno de los Querubines.
Se suele cantar durante la procesión del ofertorio, cuando se llevan el pan y el vino, desde el llamado “altar de preparación”, a través de la nave principal del templo, hasta el altar del sacrificio.
El himno canta la unión de la asamblea reunida en el templo con la Iglesia triunfante y los coros angélicos en el cielo, en preparación del misterio y milagro de la Transubstanciación de las especies consagradas.
Este himno, si bien se añadió a la liturgia durante el mandato del emperador Justino II a finales del siglo sexto, es quizá de los más antiguos himnos litúrgicos de la tradición cristiana.
Hemos querido incluir aquí una versión griega (la que se conserva como la original) y la versión que del mismo himno hiciera Tchaikovski en el siglo XIX.